Poema titulado: Creo, Veo Y Siento.
(Leyendo a Allan Kardec)
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Creo en Dios Padre, Creador potente
por su misma creación santo y bendito;
Creo en Dios Padre, aurora refulgente
que dora el Universo; eternamente
vida, luz y expansión del infinito.
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Creo en Dios en verdad; también le creo
en Espíritu firme y elevado;
con los ojos del alma yo le veo.
Allí donde le adoro y le deseo
y allí donde le quiero está a mi lado.
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Le veo en esa esfera rutilante
adornada de estrellas, torbellino
de soles con reflejos de diamante.
Si le olvido, le veo muy distante;
si le llamo, le encuentro en mi camino.
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Le veo en el aroma de las flores,
le veo en el arrullo del jilguero,
le veo en la ilusión de los amores,
le veo do hay virtud y hay pensadores
y do existe el cariño verdadero.
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Le veo en la doliente melodía
de cítara o salterio, cuyas notas,
despertando en su arrullo el alma mía,
hacen brotar raudales de alegría
y hacen caer las aflicciones, rotas.
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Le veo en la cultura que acrecienta
el afán por las ciencias y las artes;
le veo en el fragor de la tormenta,
porque Dios es Inmenso, y se presenta,
si le quiero mirar, en todas partes.
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En todas partes el mortal le mira
si nace de su Espíritu el deseo,
y no sigue el error ni la mentira.
Pensando en él, mi pobre ser se inspira
y canta sin cesar: Dios, en ti creo.
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Creo en ti, Allan Kardec, pues tu doctrina
es fuente inagotable de consuelo.
Tu rasgaste la etérea neblina
que al hombre cobija en sombra indiana,
y le enseñaste a mirar al cielo.
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Creo en ti aterrado ante el abismo
que estaban sumergidas las conciencias,
empezaste a luchar con heroísmo,
y en el seno del mal, ESPIRITISMO
fue el grito salvador, la suma ciencia.
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Nació el sol que faltaba a los mortales
y rodaron por tierra los errores
y se explicó la causa de los males;
y aquellos poderosos ideales
hoy profesan los grandes pensadores.
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Ya no existe la nada en el vacío.
Todo contiene un algo en sus entrañas
que canta del Creador su poderío,
lo mismo en el desierto crudo y frío
que en la aridez sin fin de las montañas.
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Y flotando, radiante de hermosura,
por todo lo infinito e ignorado,
vagaba afortunada criatura
que deja la terrena vestidura
y rápida hacia Dios ha progresado.
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¿Queréis saber la causa del misterio
de que nada en su fondo es infelice?
¿Queréis saber por qué en el cementerio
no está del caos el terrible imperio?
Leed a Allan Kardec, él nos lo dice.
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Leamos pues sus libros donde existe
la solución eterna de la vida;
todo un problema que parece triste
y es de gozo y de paz, porque consiste
en tener la conciencia convencida.
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No ignorar que la Tierra es transitoria;
no olvidar que la muerte es tenue lazo
que se desata sin borrar la historia
del ser que cantará siempre victoria,
si se une al bien en fervoroso abrazo.
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Yo creo Allan Kardec, en tu doctrina
aurora de bonanza y de consuelo
que a nuestro ser constante le ilumina.
¡Gloria a Kardec! Por la misión divina
de abrirnos en la Tierra el alto cielo.
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Estudiemos, que así las ilusiones
serán realidades sin tardanza.
Estudiemos. Borrando las pasiones
arderá en nuestros fríos corazones
el fuego del amor y la esperanza.
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(*) Krainfort de Nínive.
(Poesía titulada: Creo, veo y siento. Extraído de la revista “La Voz de la Verdad”; nº 246. Barcelona, 14 de septiembre de 1912).
(*) Seudónimo del poeta espiritista Eustasio Juan Vidal; fue redactor jefe de la revista «La Luz del Porvenir» de Valencia.-(Bibliografía Espiritista Española: 1857-1936. Oscar M. García).
- Imagen de Kardec a cargo de la artista Raquel Vilar Astasio. – Cazorla (Jaén).