Grandeza Del Renunciamiento

Alberto Dürero, el excelente pintor alemán, antes de ser famoso y necesitando estudiar, se puso de acuerdo con un joven amigo, artista igual que él, sobre la necesidad de trasladarse hacia un núcleo de mayor cultura para perfeccionar el estilo. Para lograr lo propuesto, ya que no disponían de un mecenas que los ayudase, uno trabajaría en la ruda tarea de lavaplatos, mientras el otro pintaba, de modo que, con el resultado de la venta de los primeros cuadros, el que trabajaba pasaría a estudiar.

Establecidas las bases del acuerdo, los dos amigos iniciaron la labor, afirmando Alberto: – «Yo me dedicaré al trabajo«, a lo que el otro respondió: – «Yo soy más viejo que tú y ya tengo empleo en un restaurante”.

Accediendo a la proposición del amigo, Dürero comenzó a estudiar y a pintar.

Cuando reunieron una suma que permitía que el otro estudiase, él mismo dejó el trabajo y se encaminó a la Escuela. Sin embargo, constató que la ruda actividad le había destruido la sensibilidad táctil, desequilibrándole el ritmo motor, comprendiendo que nunca llegaría a ser un genio, máxime, al descubrir la cualidad superior de su amigo.

Dotado de sentimientos nobles, renunció a la carrera y prosiguió trabajando.

En una noche en que Dürero retornó al estudio, al abrir la puerta silenciosamente, se detuvo en la sombra al ver que el reflejo de la luna que entraba por la claraboya, iluminaba dos manos puestas en actitud de oración. Era su amigo arrodillado que rogaba para que el compañero triunfara en la pintura.

El artista, conmovido ante la escena, la inmortalizó en una pequeña tela que pasó a la posteridad con el nombre de «Estudio para las manos de un Apóstol«, realizada para el altar de Heller y que hoy pertenece a la colección Albertina, de Viena.

El renunciamiento es la emoción de los Espíritus Superiores transformada en bendiciones que desciende sobre el camino de los hombres.

Quien renuncia, establece para el prójimo los lineamientos del futuro, dentro de un clima de paz.

El renunciamiento es más beneficioso para quien lo practica.

Poder ceder, cuando es fácil disputar; reconocer el valor de otro cuando se está a su lado, brindándole la oportunidad de superarse; ayudar sin competir, en fin, son expresiones elevadas del renunciamiento que dan a la vida un sentido de significativa grandeza.

El camino que hoy está cubierto de cardos y abrojos, es el mismo sendero bendito y libre que ayer fue recorrido con egoísmo.

La senda escabrosa, marcada por el pantano del presente, no es otra, sino aquella que fue relegada al abandono.

La ruta de difícil tránsito, es el fruto del olvido a que fue confinada por quien la recorrió.

Los pies andariegos siempre retornan al rumbo que ya conocen, así como los astros en su periplo por el infinito vuelven al mismo curso, obedeciendo a la matemática de la gravedad universal.

Felices aquellos que hoy ceden para recibir mañana; los que ahora donan para más tarde enriquecerse; los que comprenden que la verdadera felicidad consiste en ayudar y proseguir la marcha, sin imponer nada, ni nada tomar.

Quien renuncia adorna su alma con las flores de la paz, granjeándose la gratitud de la vida por lo que recibe.

Jesús, renunciando al trono del Altísimo, vino a convivir con nosotros y a soportamos.

Reconociendo nuestra pequeñez, renunció a Su grandeza.

Para hacerse entender, renunció a Su sabiduría trascendental.

Para amarnos, renunció a la tranquilidad, sufriéndonos.

Y renunciando a la propia elevación, está aguardándonos.

Joanna de Ângelis.

Extraído de la obra. Recetas de Paz. Capítulo 8; por el espíritu Joanna de Ângelis. Psicografía de Divaldo Pereira Franco.

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