Todo Llega En Su Momento

Todo llega en su momento

El Ciego de Vergel

En esta culta y católica ciudad ha pasado poco menos que desapercibido, a causa del fanatismo, un acontecimiento de los más dignos de ser consignados en la historia. Nació un varón entre las clases más humildes de la sociedad, y a los quince días de haber nacido quedó sin vista material; empero veía de la vista espiritual lo que a muchos les está vedado por carecer de esta bella facultad del alma.

En sus primeros años reveló grandes deseos de obtener ciertas cosas por medios científicos, propios únicamente de hombres dotados de gran inteligencia. Llegó a poseer una instrucción más que mediana en todos los ramos del saber, sin ningún profesor visible para los que sólo poseen vista material. Un Espíritu sabio y benévolo le instruyó desde la edad de ocho años. Pues bien, esta grandiosa obra medianímica fue atribuida a Satanás.

Amable lector: ¿No te parece natural que por el solo hecho de que un pobre ciego recibiera de un ser espiritual las luces que no podían darle los seres mortales, debió de llamar la atención del clero en general y que debió de ponerse este hecho tan admirable, en conocimiento del público y que la prensa también debió darlo a conocer a la humanidad? Pero no sucedió así: bastó que interviniera un Espíritu incorpóreo para que se creyera que el sabio ciego estaba endemoniado, sin embargo, recibió del invisible maestro, vastas lecciones de teología, religión y otras materias de moral y de ciencia.

Las religiones dogmáticas tienen el gran defecto de no progresar: y toda religión está sujeta a la ley del progreso, como todo lo de este mundo material.

Se nos dice que Dios lo ha revelado todo a ellos y que sus palabras son la verdad de toda la eternidad. Mas he aquí lo que ha dicho un sabio, cuyo nombre no recordamos ahora:

“El maestro va por sus pasos contados enseñando a sus discípulos, y no les explica la lógica antes de la gramática, ni el cálculo integral antes de las cuatro reglas de la aritmética”.

Si los primeros Patriarcas, Abraham y Jacob, hubieran enseñado toda la doctrina, nada hubiera tenido que revelar Moisés; y si Moisés lo hubiera enseñado todo, habría sido superflua la revelación de Cristo. Cristo mismo, en la última cena cuando se despide de sus discípulos, declara que aún no lo ha revelado todo. “Aún tengo que deciros muchas cosas – dice el texto de San Juan – mas no las podéis conocer ahora. Mas cuando viniere aquel Espíritu de Verdad, enseñará toda la verdad”.

Ahora bien, ¿Hay alguien en la Tierra que conozca toda la verdad? Ciertamente que no…

Deseosos algunos espiritistas de hacer una nueva edición de la historia del Ciego de Vergel evocaron al Espíritu del Homero mejicano preguntándole si sería de su agrado la publicación proyectada, y el Espíritu del poeta ciego dio algunas comunicaciones de las que copiaré los párrafos más interesantes:

“…Triste estado es, el que se halla el mundo a pesar de las apariencias de adelanto que se ven; efímero progreso que obedece sólo a las cosas materiales, pero que el Espíritu no aprovecha nada de ese adelanto conductor, en su constante marcha por las variadas fases de su existencia.

 ¿Hasta cuándo el hombre no comprenderá que esa esclavitud en que le tienen sus pasiones es el valladar que se interpone a su paso retardando así su felicidad? ¿Hasta cuándo el ser encarnado no llegará a descubrir ese horizonte luminoso y esos campos feraces donde la dicha es el más inferior de los goces del alma? ¿Cuándo el hombre sabio, capaz de descorrer el velo que oculta el porvenir, se prestará con el poder de su palabra a disipar las tinieblas de ese pasado lleno de errores? Y que por desgracia vemos muchos, viviendo bajo su sombra, y marchando conducidos por otros hacia un caos, en donde permanecerán estacionados por carecer de luz que alumbre el sendero que recorren.

Pensad, ante todo, que cuando Dios no permite el cumplimiento de alguna obra buena, es porque aún no ha llegado el tiempo para su edificación.

Todo marcha conforme a sus designios, y su justicia que es infalible llegará a permitir que todo cuanto lleve el sello de la verdadera fe, se cumpla, sin que ningún obstáculo le detenga en su marcha”. Francisco de Paula Gómez (Espíritu).

El espiritista que me ha enviado los folletos y las comunicaciones, habló largamente con una hermana del Ciego de Vergel y esta le dijo lo siguiente: “Toda la familia menos mi hermano, pertenecemos al romanismo, y el pobre cautivo se hallaba siempre rodeado de frailes, y aun cuando él era libre pensador no se le proporcionaron los medios de comunicarse materialmente más que con fanáticos católicos: Escribió, es decir, dictó parte de un folleto que iba a publicarse muy opuesto al Romanismo, pero al morir, se apoderaron de lo escrito los frailes que le asistieron en sus últimos momentos de vida material”.

Cuanto he copiado anteriormente forma digámoslo así, uno de los innumerables capítulos de la historia universal, uno de tantos episodios en el cual se ve claramente la eterna lucha del bien y del mal como dirían los sectarios de Roma, pero que en realidad no es otra cosa que la constante relación entre los vivos del espacio y los muertos de la Tierra; comunicación admirable, pues por ella el ser más débil, el más ignorante, el que menos condiciones tiene para instruirse, pues le falta lo más necesario en la Tierra ¡la vista!

Ese don preciosísimo por el cual se admiran y se estudian las innumerables maravillas que la Creación encierra; por medio de la comunicación espiritual contempla su mente dilatados horizontes y aquella enseñanza que recibe despierta quizá sus recuerdos del ayer y se aprovecha de ellos, como indudablemente debió sucederle al ciego mejicano que, desde su infancia dio a conocer sus excepcionales facultades para el estudio y la investigación, facultades que alcanzaron un desarrollo notabilísimo con la constante comunicación de uno de los sabios (que en el mundo han sido) y después desde el espacio continua su obra de enseñanza universal, trabajo que encontró en este planeta los eternos obstáculos que se oponen siempre al paso de los grandes hombres, la envidia de los falsos sabios y la ignorancia religiosa, barreras infranqueables que se interponen continuamente entre los pueblos oprimidos y sus libertadores.

Amalia Domingo Soler

Extracto del capítulo XXII; El Ciego de Vergel, de la obra “La Luz del Camino”. Distribuida por el Centro Espírita “La Luz del Camino” de Orihuela (Alicante).

Imágen principal: Stefano Ferrario.

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