–Peligros sutiles–
“No os hagáis, pues, idólatras.» — Pablo (I Corintios, 10:7).
La recomendación de Pablo a los corintios debe ser recordada y aplicada en cualquier tiempo, en los servicios de ascensión religiosa del mundo.
Es indispensable evitar la idolatría en todas las circunstancias. Sus manifestaciones siempre representarán serios peligros para la vida espiritual.
Las creencias antiguas permanecen repletas de cultos exteriores y de ídolos muertos.
El Consolador, enviado al mundo, en la venerable misión espiritista, vigilará contra ese venenoso proceso de parálisis del alma.
Aquí y allá, surgen pruritos de adoración que se hace imprescindible combatir. No más imágenes de los círculos humanos, ni instrumentos físicos supuestamente santificados para ceremonias convencionales, más entidades amigas y médiums terrenos que la inconsciencia ajena va entronizando, inadvertidamente, en el altar frágil de las honras fantasiosas. Es necesario reconocer que ahí tenemos un peligro sutil, a través del cual innumerables trabajadores han resbalado hacia el despeñadero de la inutilidad.
Los homenajes inoportunos acostumbran pervertir a los médiums dedicados y sin experiencia, más allá de crear cierta atmósfera de incomprensión que impide la exteriorización espontánea de los verdaderos amigos del bien, en el plano espiritual.
Nadie se olvide de la condición de perfeccionamiento relativo de los mensajeros desencarnados que se comunican y del cuadro de necesidades inmediatas de la vida de los medianeros humanos.
Combatamos los ídolos falsos que amenazan al Espiritismo cristiano. Utilice cada discípulo los amplios recursos de la ley de cooperación, láncese al esfuerzo propio con sincera devoción a la tarea y recordémonos todos de que, en el apostolado del Maestro Divino, el amor y la fidelidad a Dios constituirán el tema central.
(Capítulo 52. Peligros sutiles, del libro PAN NUESTRO. Por el espíritu de Emmanuel. Psicografía de Francisco Cándido Xavier).
