Parábola Del Agua

Parábola del agua

En 1962, el eminente orador brasileño y médium espírita Divaldo Pereira Franco pasó por una gran prueba, estando varios días sin condiciones de conciliar el sueño, lo que le trajo constante dolor de cabeza. En cierta ocasión, no soportando más la situación, se le apareció su Mentora Joanna y mantuvieron un diálogo:

Divaldo. – Mi hermana, ¿la señora sabe que yo estoy pasando por un gran problema, una gran injusticia, y no me dice nada?

Joanna. – Por eso mismo yo no te digo nada, porque es una injusticia. Y como es una injusticia, no tiene valor Divaldo. Tú eres quien le está dando valor, y quien da valor a la mentira, debe sufrir el efecto de la mentira… Porque, si tú sabes que no es verdad, ¿por qué estas sufriendo? Yo ya escribí por tus manos: “No valorices el mal”. No tengo otro consejo para darte.

Divaldo. – Pero, mi hermana, por lo menos dígame unas palabras de tranquilidad moral, porque yo no tengo a quien pedir.

Entonces, le habló:

Joanna. – Voy a darte palabras de tranquilidad. No esperes mucho.

Y le contó La siguiente parábola:

Había una fuente pequeña e insignificante, que estaba perdida en un bosque. Un día alguien que pasaba por allí con sed, tiró un cubo y retiró agua, bebiendo de ella para después continuar su camino. La fuente estuvo tan feliz que se dijo a sí misma:

– ¡Como me gustaría poder saciar de sed a los viandantes, ya que soy agua buena!

Y oro a Dios: ¡Ayúdame a saciar La sed!

Dios le dio el poder. La fuente creció y rebosó. Las aves y los animales comenzaron a beberla y ella estuvo muy feliz.

La fuente propuso: Qué bueno es ser útil, para matar la sed. Me gustaría pedir a Dios que me llevara más allá de mis limites, para humedecer las raíces de los árboles y correr a cielo abierto.

Vino entonces la lluvia, se desbordo y se convirtió en un arroyo. Animales, aves, hombres, niños y plantas se beneficiaron de ella.

La fuente hablo: – ¡Dios mío, que bueno es ser arroyo! ¡Como me gustaría de llegar al mar!

Y Dios hizo llover abundantemente, informando:

-Sigue, porque la fatalidad de los arroyos y de los ríos es alcanzar el delta y alcanzar el mar ¡Ve!

Y el riachuelo se tornó un río, y el río aumento las aguas. Pero, en una curva del camino, había un tronco de madera. El río encontró el primer impedimento. En vez de quejarse, intento pasar por debajo, esquivándolo, más el tronco de madera le cortaba el paso… El paró, creció y lo transportó tranquilamente.

Más adelante habían guijarros de pequeñas piedras que el cargó y otros elementos, cuyo volumen no podía mover… Paró, creció y las transportó, hasta que llegó al mar… ¿Comprendiste?

Divaldo. – Mas o menos.

Joanna. – Todos nosotros somos fuentes de Dios. Y como alguien un día bebió del cántaro que tu cargabas, pediste rebosar, y Dios, que es amor, te atendió. Quisiste atender a los sedientos, y Dios te mando a los Amigos Espirituales para que pudieras realizar con éxito la tarea. Deseaste crecer, para alcanzar el mar, y Dios hizo que Su Misericordia te dirigiese en dirección al océano. Estabas feliz… Ahora, que surgen impedimentos, ¿por qué reclamas? No te permitas quejas.

Si surge un impedimento en tu camino, calla, crece y transpórtalo, porque tu fatalidad es el mar, si es que realmente quieres alcanzar el océano de la Misericordia Divina. Nunca más lamentes al respecto de nada.

Parábola contada por el espíritu Joanna de Ângelis a Divaldo Franco en un momento de gran angustia del médium.

Rio de Janeiro. Agosto de 2010. Ana María Spränger.

Imagen principal del fotógrafo Manuel Darío Fuentes Hernández.

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