.
Por la noche de mi vida
discurrían los instantes
de existencia maldecida,
y, ciego, exclamaba ANTES:
.
Todo es farsa aquí, mentira,
falsedad, vana ilusión;
fatal círculo en que gira
engañada la razón.
Sumido en escepticismo,
ciega mi razón, sufría
mil tormentos, que yo mismo
explicar nunca podría.
.
¡Débil luz que penetraba
por mis párpados cerrados,
gota de agua que rozaba
labios por la sed llagados!
¡Era ver y era no ver,
existir y no existir;
creer era y no creer;
pero siempre era sufrir!
.
Y era, al dejar en el mundo
mi corazón destrozado,
sin consuelo, moribundo
pensar: ¡ay, todo acabado!
Y oír siempre, cual retumba
repitiendo en lontananza,
voz que sale de la tumba:
¡AQUÍ YACE LA ESPERANZA!
.
Más me inundaste de fe,
gran Kardec, ¡fe bienhechora!
y, gracias a ti, cesé
de dudar, y exclamo AHORA:
.
Mis negaciones ¿qué fueron?
¡errores de ciencia vana!
Ya ante mí se descubrieron
el ayer, hoy y mañana.
Y, del sepulcro salido,
oigo un eco que se lanza
y murmura así a mi oído:
AQUÍ MORA LA ESPERANZA.
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T.C. y T. (Barcelona 31 de Marzo 1875).
(Extraído de la Revista Espiritista. Periódico de Estudios Psicológicos. Abril 1875. Nº 4).