El Espiritismo no es el fenómeno
Hay que reconocer que todo lo que toca nuestra pobre humanidad, lo reduce a su misma pequeñez y a su nivel mezquino y miserable.
La idea sublime y grandiosa que desciende de lo alto, para mitigar los crueles sufrimientos de los hombres, se cubriría de lodo, si ello pudiera ser, es decir, si la esencia de donde procede ese ideal le permitiera mancharse. Lo dijo Víctor Hugo: “La gota de rocío que pende de las hojas de las plantas como líquido brillante, se transforma en barro, al tocar nuestro mísero suelo”.
¡Pobres humanos! ¡Cuán atrasados, cuán pequeños y cuán imperfectos somos!
El Espiritismo no podía escapar a esa intrusión, digámoslo así, de la pequeñez humana en su grandeza; del fanatismo ignorante de los hombres, en su transparente claridad.
Pero, lo repetimos: A pesar de todo, sigue inmutable su marcha ascensional y bienhechora, porque procede de la Fuente de todo amor y poder, y como obra divina, no puede ser detenido su paso hacia adelante.
Quisiéramos que este llamamiento nuestro, penetrase hasta el corazón de todos los seres, que, en un sentido o en otro, se ocupan del Espiritismo.
Sabemos que, en nuestro pueblo, en los de los alrededores y en otros varios, son muchos los hogares en los que, los habitantes terrestres de éstos, tratan de ponerse al habla, con los seres espirituales que nos rodean; es decir, que pretenden descubrir los secretos de ultratumba.
Algunas reuniones se componen de pobres mujeres, que desconocen en absoluto la Ciencia espírita y las leyes naturales que rigen la Comunicación con lo invisible, y, sin embargo, se atreven, por su misma ignorancia del terreno que pisan, a lanzarse a la parte fenoménica del Espiritismo, sin haber estudiado y sin haberse preparado convenientemente.
Hemos de decir a esas hermanas nuestras muy queridas, así como a todos nuestros hermanos que así obran, que el Espiritismo no es lo que ellos practican, que el Espiritismo no es el fenómeno.
El Espiritismo es el estudio constante de sí mismo para desprenderse de las inmundicias de las pasiones, de los ímpetus del orgullo, de las demasías del egoísmo, de todas las imperfecciones, en fin.
Esto es el Espiritismo práctico: Ser hoy mejores que ayer y mañana mejores que hoy.
Del Espiritismo, lo que debe tomar la humanidad, ante todo, es su doctrina cristiana, regeneradora, no ocupándose del fenómeno sino en último lugar, puesto que no es más que un detalle insignificante del mismo.
Extraído de la obra La Luz que nos Guía; Capítulo III; “El Espiritismo no es el fenómeno”. Distribuida por el Centro Espírita “La Luz del Camino” de Orihuela (Alicante).
«….El texto de Amalia Domingo Soler destaca la discrepancia entre la esencia sublime del Espiritismo y la forma en que a menudo es practicado por las personas. En este nuevo enfoque, podríamos considerar el Espiritismo como una metáfora para el conocimiento profundo y la conexión espiritual que la humanidad busca. La autora sugiere que esta búsqueda se ve empañada por la pequeñez y las limitaciones humanas. Desde esta perspectiva:
«El Espiritismo no es el fenómeno»: En este contexto, el Espiritismo representa la búsqueda del conocimiento y la comprensión más allá de lo visible y tangible en el mundo. La advertencia de que «no es el fenómeno» se interpreta como una llamada a mirar más allá de los eventos y experiencias superficiales y enfocarse en el significado más profundo de la existencia.
«La pequeñez humana en su grandeza»: Este pasaje puede interpretarse como la paradoja de la humanidad: a pesar de nuestras limitaciones, tenemos la capacidad de aspirar a lo divino y lo sublime. Es un llamado a reconocer nuestra capacidad para la grandeza, incluso en medio de nuestras imperfecciones y limitaciones.
«El Espiritismo como estudio constante de sí mismo»: Aquí, el Espiritismo se convierte en una metáfora para la autoexploración y el crecimiento personal. La idea es que la verdadera esencia del Espiritismo radica en la mejora personal y espiritual, en el proceso de liberarse de las pasiones negativas y las imperfecciones humanas.
«La doctrina cristiana regeneradora»: Este pasaje destaca la importancia de los valores espirituales y morales en la práctica del Espiritismo. En este nuevo paradigma, la referencia a la doctrina cristiana puede interpretarse como un recordatorio de la importancia de la compasión, el amor y la tolerancia en nuestras interacciones humanas, independientemente de las creencias religiosas específicas.
«No ocuparse del fenómeno sino en último lugar»: Esta declaración subraya la idea de que las experiencias y los eventos sobrenaturales son secundarios en comparación con el crecimiento interior y la evolución espiritual. En este nuevo marco social, se enfatiza la importancia de centrarse en la mejora personal y colectiva en lugar de las manifestaciones externas y espectaculares.
En resumen, desde esta perspectiva alternativa, el texto aboga por una comprensión más profunda y significativa de la espiritualidad y el crecimiento personal, alejándose de las superficialidades y centrándose en la esencia del ser humano y su conexión con lo divino….»