La Justicia De La Reencarnación

¿En qué se funda el dogma de la reencarnación? En la justicia de Dios y en su revelación porque, como lo repetimos siempre, un buen padre deja siempre a sus hijos una puerta abierta al arrepentimiento. ¿No te dice la razón que sería injusto privar irremisiblemente de la dicha eterna a todos aquellos cuyo mejoramiento no ha estado en su mano? ¿Por ventura todos los hombres no son hijos de Dios?

Sólo entre los hombres egoístas imperan la iniquidad, el odio implacable y las penas irremisibles.

Todos los espíritus tienden a la perfección, y Dios les proporciona medios de conseguirlo por las pruebas de la vida corporal; pero en su justicia les permite que cumplan en nuevas existencias lo que no pudieron hacer o terminar en la prueba anterior.

No estaría conforme ni con la equidad, ni con la bondad de Dios el castigar eternamente a los que no han podido vencer obstáculos ajenos a su voluntad en el mismo medio en que viven y que retardan su perfeccionamiento. Si la suerte del hombre quedase irrevocablemente decidida después de la muerte, Dios no habría pesado las acciones de todos en la misma balanza, ni los habría tratado con imparcialidad.

Imagen: PixCreo

La doctrina de la reencarnación que admite muchas existencias sucesivas, es la única conforme con la idea que nos formamos de la justicia de Dios, con respecto a los hombres que ocupan una condición moral inferior, la única que puede explicarnos el porvenir en base a nuestras esperanzas, puesto que nos proporciona medios de enmendar nuestras faltas por nuevas pruebas. La razón así lo indica, y así nos lo enseñan los Espíritus.

El Hombre que tiene conciencia de su inferioridad halla en la doctrina de la reencarnación una consoladora esperanza. Si cree en la justicia de Dios, no puede esperar que sea eternamente igual a los que han obrado mejor que él.

La idea de que su inferioridad no le deshereda para siempre del bien supremo, y de que podrá lograrlo con nuevos esfuerzos, le sostiene alentando su ánimo.

¿Quién es el que, al terminar su vida, no se conduele de haber adquirido demasiado tarde la experiencia de que no puede aprovecharse?

Pues esta experiencia tardía no se pierde, y será empleada con provecho en una nueva vida.

Kardec dice: Que ciertas personas rechazan la idea de la reencarnación por el único motivo de que no les conviene, y dicen que bastante tienen con una sola existencia y que no quisieran empezar otra semejante.

Sabemos que la sola idea de aparecer nuevamente en la Tierra basta para exasperar la ira; pero preguntamos a esas personas, si creen que Dios les ha tomado parecer, y consultado a su gusto para arreglar el Universo.

Luego pues, una de estas dos cosas: La reencarnación existe, o no existe. Si existe, en vano se la combatirá. Les será preciso sufrirla, puesto que Dios no les pedirá su consentimiento.

Parécenos oír a un enfermo que dice: “Demasiado he sufrido hoy, no quiero sufrir más mañana.” Por mucho que sea su mal humor, no dejará de ser preciso sufrir al otro día y en los sucesivos, hasta que esté bueno; por ella habrán de pasar, siéndoles en vano revelarse, como el chiquillo que no quiere ir al colegio, o el prisionero a la cárcel. Semejantes objeciones son demasiado pueriles para que nos merezcan más serio examen.

Les diremos, no obstante, para tranquilizarlos que la doctrina espiritista y la reencarnación no es tan terrible como creen, y no se horrorizarían tanto, si la hubiesen estudiado a fondo, pues sabrían que la condición de la nueva existencia depende de ellos; que será feliz o desgraciado, según lo que en la Tierra hagan, y que pueden elevarse tanto, desde esta vida, que no abrigarán temores de caer nuevamente en el lodazal.

La pluralidad de existencias del alma, y la pluralidad de mundos habitados, es la demostración suprema de la grandeza de Dios y de su amor infinito.

El tiempo es un reloj imperturbable, y los desaciertos de la humanidad no han conseguido aún, atrasarle un minuto, ni adelantarle un segundo; así pues, el Espiritismo, manifestación de la vida espiritual y tan antiguo como el Universo, ha aparecido, y ha reaparecido en la Tierra, adaptándose a los grados de civilización que ha encontrado en este pequeño globo, según el adelanto de sus humanidades:

Pero ha sido, es y será la demostración eterna de la continuidad de la vida.

Ensalzado por unos y ridiculizado por otros, el Espiritismo será siempre el efecto supremo de la causa primera, y los Espíritus el símbolo de lo infinito; y desde luego la doctrina Espirita, aunque la fuerza de la ignorancia pugne por borrar su rastro de la Tierra, los Espíritus dirán siempre al oído del hombre, lo que dijo Galileo después de firmar la abjuración de sus errores: “A pesar de todo la Tierra se mueve”.

Esto mismo dirán las almas de los desencarnados a los deudos y amigos que dejen este mundo.

Amalia Domingo Soler

****

LA JUSTICIA DE LA REENCARNACIÓN. Extraído del capítulo III; “¡De cuan distintas maneras habla la ciencia!”; de la obra: La Luz del Porvenir).

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *