EL PAPEL DEL ESPIRITISMO EN EL CAMBIO MORAL DEL SER HUMANO.
Cuando el ser humano descubre el Espiritismo lo invade una especial alegría de vivir, porque comienza a entender las razones lógicas de su existencia, los mecanismos que trabajan en favor de la felicidad, de modo que experimenta una gran dicha emocional.
Cuando el Espiritismo penetra en la mente y en el sentimiento del ser humano, se produce en él una natural transformación intelectual y moral para mejor, porque le propone un cambio radical en el comportamiento, que lo habilita para la conquista de metas trascendentales y liberadoras. Además, despierta en él los conceptos de responsabilidad, coraje y fidelidad a la nueva conquista.
Sin embargo, no todos modifican la conducta convencional a la que se han acostumbrado. Al entusiasmo exagerado le sucede el convencionalismo del conocimiento sin su vivencia diaria, esperando recoger beneficios y soluciones para los problemas aflictivos, pero sin el menor esfuerzo para transformarse moralmente… Sin interés en el estudio adecuado de los postulados espíritas, y sin reflexionar acerca de ellos, se detienen en las exterioridades de las informaciones mediúmnicas espirituales que recogen, no siempre verdaderas, para volverse apenas beneficiarios de los milagros que esperan observar a partir del momento de su adhesión.
Con el tiempo y la asistencia frecuente a las reuniones, se adaptan al nuevo ritualismo de la participación sin realizaciones edificantes, o se entregan a la actividad de la asistencia social, buscando negociar con Dios su futuro espiritual, en razón del bien y de la caridad que creen estar realizando.
El conocimiento del Espiritismo de forma natural y consciente despierta los valores ennoblecidos de la responsabilidad y del coraje, indispensables para una existencia dichosa.
… Comprende que una excelente filosofía no basta para proporcionar una existencia feliz, pues es necesaria la práctica de sus enseñanzas, que se torna responsable de lo que vaya a sucederle en el ámbito de su comportamiento moral.
Es común que esos adeptos precipitados, pasado algún tiempo, se sientan decepcionados, tristes, y afirmen que esperaban mucho más del Espiritismo, y que encontraron personas confusas y perversas, insensatas y desequilibradas en su movimiento.
De la alegría exagerada pasan a la crítica contumaz, a la maledicencia, a la amargura.
Después de todo, esa responsabilidad no es del Espiritismo, sino de aquellos que lo visitan con liviandad y no incorporan a la vida espiritual las enseñanzas excepcionales de que está constituida esa sana doctrina.
El movimiento espírita no es el Espiritismo. El primero está compuesto por individuos buenos y malos, conocedores o ignorantes de las verdades del mundo espiritual, activos u ociosos, que deberían integrarse en cuerpo y alma al servicio de la renovación interior y de la divulgación a través del ejemplo.
Sin embargo, para ese cometido es necesario el coraje de la fe, esa fortaleza de ánimo que enfrenta las dificultades lúcida y claramente, sin temor y con espíritu de acción para remover los obstáculos y alcanzar los niveles más elevados de armonía y bienestar.
En muchos que permanecen en la irresponsabilidad del comportamiento y en la falta de coraje para enfrentar las consecuencias de su conversión al Espiritismo; que se mantienen en la duda y en la incertidumbre a la cual no buscan esclarecer; que desconfían de los imperativos de la fidelidad personal a la doctrina, se instalan las justificaciones infantiles para continuar sin cambios, mientras aguardan que los Espíritus realicen las tareas que a ellos les corresponden.
… El Espiritismo hace posible la comprensión de los factores existenciales, de los compromisos que a cada uno le corresponde asumir, del esfuerzo que debe ser aplicado en favor de la construcción de su propio futuro. Elucida los acontecimientos dolorosos, explicando sus causas y ofreciendo los instrumentos necesarios para erradicarlos, con la consecuente construcción de los días felices del porvenir.
Al tomar como modelo la conducta de Jesús, el Espiritismo lo trae de regreso, .. despojado de las fábulas con que lo ocultaron a través de los tiempos, humano y compañero de todos los momentos, enseñando siempre a través del ejemplo que acompaña Sus palabras.
Por eso impone, inmediatamente después de la adhesión a sus postulados, junto con la responsabilidad de la conducta, el coraje para efectuar los cambios interiores que deben producirse a lo largo del tiempo, con la vigilancia indispensable para la producción de factores trascendentes para el desarrollo intelectual y moral que aguarda al candidato que integra sus filas.
El espírita sincero, que se redescubre a través del conocimiento doctrinario, se transforma en verdadero cristiano, de acuerdo con los lineamientos establecidos por el Maestro galileo.
No se permite justificaciones infantiles después de los fracasos; se levanta de los errores y recomienza las actividades todas las veces que sea necesario; tiene coraje para enfrentarse a sí mismo, y se libera de los enemigos de afuera para vencer a los de naturaleza interior, siempre dispuesto a servir y amar.
El espírita de corazón, aquel en quien el Espiritismo encuentra resonancia y produce una revolución para mejor, se abre a su contenido y aprende a ser feliz, eligiendo la caridad como camino moral para recorrer sin cansancio.
El espírita verdadero no se siente completo, sino en construcción evolutiva. Estudia siempre, observando los acontecimientos y buscando extraer el mejor provecho, a fin de crecer emocionalmente cada vez más.
La función filosófica y moral del Espiritismo es, principalmente, producir la transformación personal de sus adeptos. Si no lo logra, conserva una gran belleza, como una orquídea deslumbrante, pero solo eso…
El Espiritismo posee los elementos indispensables para producir un cambio social, es decir, para generar los recursos adecuados a través de los cuales, iluminando a la criatura humana, esta se encargará de promover el progreso de la sociedad y de acelerar la fraternidad, la práctica del bien.
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Manuel Vianna de Carvalho
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«El Papel del Espiritismo en la transformación moral del ser humano«. Extraído de la obra: ESPIRITISMO Y VIDA. Psicografía de Divaldo Pereira Franco.
Imágen de portada: mooremeditation.