La Eutanasia: Un Dilema Del Siglo XXI

La Eutanasia: Un dilema del siglo XXI

Vivimos la época del utilitarismo, de un materialismo hedonista que prioriza el bienestar utópico por encima de cualquier otra consideración. La falta de una visión espiritual de la vida, y de una educación que nos abra la mente y que potencie los valores del ser humano, nos dificulta para analizar con objetividad los problemas que acucian al ser humano de hoy, como puede ser la práctica de la eutanasia, sin tener en cuenta que somos una “realidad espiritual” viviendo una experiencia humana, y no al revés.

Precisamente en ese ámbito del “acto deliberado para poner fin a la vida”, las legislaciones de los diferentes países europeos están siendo cada vez más laxas, y han ido ampliando las opciones para facilitar su uso. Por ejemplo, en Bélgica, desde febrero del año 2014 está autorizada a los menores “con capacidad de discernimiento” y sin límite de edad. En Países Bajos ya es legal para los mayores de 12 años que pueden dar su consentimiento, y para los bebés de menos de un año con el consentimiento de los padres. En España, es legal desde marzo del año 2021, junto a Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Canadá.

El profesor en derecho administrativo de la universidad de Valencia, Don Juan Martínez Otero, en una reciente entrevista (1), realizaba unas interesantísimas reflexiones sobre este controvertido tema:

En relación a la eutanasia, resulta urgente que ayudemos a proteger a los pacientes, evitando que se les imponga la necesidad de decidir si quieren seguir viviendo, si su voluntad de vivir debe pasar por encima de la carga que suponen para sus allegados, la economía familiar y las arcas públicas. Pues bien, en nuestras manos está demostrarles día a día que su vida nos resulta preciosa, que estamos encantados de acompañarlos y cuidarlos».

«Que pueden ser carga -de hecho, lo son-, pero que es una carga que llevamos con alegría, con la misma alegría que cuidamos a un bebé o a un niño enfermo. Porque todos hemos sido, seremos y -hasta cierto punto- somos carga, y necesitamos también del cuidado y el cariño de los demás. Ser humano no consiste en no llevar carga alguna -como quiere vendernos el hedonismo materialista y consumista tan en boga, con su cada vez más abultada factura en términos de infelicidad, ansiedad y depresión-, sino en amar aquellas cargas que nos corresponden, llevándolas juntos, con fortaleza y alegría”.

Cuando trascendemos lo físico y nos fijamos en la realidad inmortal del ser, apreciando su verdadera dimensión, es cuando ya no hay necesidad de cuestionar si seguir adelante o no con la lucha, por los beneficios de carácter humano y espiritual que le van a reportar al enfermo.

Del mismo modo, para los familiares que acompañan al paciente, lo que para unos supone una carga porque no han entendido el sentido profundo del dolor-superación, para otros se convierte en una responsabilidad perfectamente asumible, una manera de crecer juntos.

Al hilo de estas ideas sobre la preservación de la vida, y de no afrontarla desde la soledad, el profesor en la UHC CEU, y doctor en medicina y cirugía, Don José Manuel Genovés Artal, también nos hace una valoración desde su experiencia profesional. Este doctor declaró en una entrevista (2) lo siguiente:

Está demostrado que cuando a un paciente se le ofrecen unos correctos cuidados paliativos, que incluyan no sólo el control de los síntomas sino también y sobre todo apoyo psicológico, social y afectivo, priorizando sus necesidades y deseos a través de un enfoque integral y un trabajo en equipo multidisciplinar, mejora su calidad de vida, su bienestar físico y su bienestar emocional”.

“¡Qué importante es que las familias puedan acompañar al paciente en esta situación! Puede suponer que éste pase de ver su situación como un fracaso a contemplar la culminación de su vida. ¡Qué diferente es morir solo que acompañado por aquellos que te aman!”

En este tema como en otros en relación a la vida, la salud y el bienestar, no podemos olvidar un precepto que es común, no sólo a los médicos sino también a todo el colectivo sanitario: “Curar algunas veces, aliviar a menudo, consolar siempre”.

Sin duda, un conocimiento espiritual, como es el que nos proporciona la doctrina espírita, nos puede ayudar a comprender la importancia de vivir con plenitud esos momentos trascendentales de la vida del ser humano; no sólo para el paciente que lo sufre directamente, sino también para las personas que acompañan y rodean al enfermo, como acabamos de ver más arriba.

Son situaciones que no son producto del azar o de la casualidad, caprichos de la naturaleza humana. En la pregunta 258 del Libro de los Espíritus, Allan Kardec interroga al mundo espiritual:

En el estado errante, antes de comenzar una nueva existencia corporal ¿tiene el Espíritu conciencia y previsión de lo que habrá de sucederle durante la vida?

Él mismo escoge la clase de pruebas que quiere sufrir. En eso consiste su libre albedrío.”

Lo cual significa que se trata de una elección libre y personal, en base a un análisis profundo realizado en el espacio, libre de prejuicios, teniendo en cuenta las necesidades reales del espíritu inmortal, y en base a su trayectoria evolutiva hasta ese momento.

También en el Libro de los Espíritus, en la pregunta 227, encontramos otra perspectiva respecto a las pruebas que eligen los espíritus errantes antes de encarnar; y en ese sentido la espiritualidad superior nos dice: “Estudian su pasado y buscan los medios de elevarse”; y no hay otra manera de elevarse que a través del trabajo y del sacrificio.

En ese sentido, el tener que vivir una situación de enfermedad dolorosa e incurable, puede ser la culminación de un proyecto de vida, la superación de una prueba dura que le permitirá al espíritu, una vez concluido ese proceso transitorio, continuar su ascensión evolutiva con mayor luz y esplendor, habiendo dejado atrás una carga pendiente. Por consiguiente, la enfermedad es un mecanismo depurativo, no punitivo. Se convierte en un desafío que exige un esfuerzo importante, pero que merece la pena vivirlo.

Por todo ello resulta necesario estudiar en profundidad las leyes divinas. Unas regulan el movimiento y la materia inerte, son las leyes físicas de las que se hace cargo la ciencia. Pero, sobre todo, en las que debemos hacer mayor hincapié es en las leyes morales, puesto que conciernen más directamente al hombre en sí mismo, así como su relación con Dios y con sus semejantes. Comprenden las reglas del cuerpo tanto como las de la vida del alma, y entre ellas se encuentra “la ley de conservación”, un instinto natural otorgado por Dios para que: “Cooperemos con los designios de la Providencia. Por eso Dios nos dio la necesidad de vivir. Además, la vida es necesaria para el perfeccionamiento de los seres”; (Libro de los Espíritus; pregunta 704).

 Precisamente es ahí donde debemos enfocarnos, en el extraordinario valor de la vida, para no dejarnos confundir, y evitar el tomar malas decisiones que nos puedan comprometer el futuro de forma desagradable.

Es un privilegio haber vivido una vida difícil” – Indira Gandhi

Redacción de Hogar Fraterno.

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(1) Diario Paraula. Página 15. (Valencia, 2-IV-2023).

(2) Frente a la Eutanasia, Cuidados Paliativos. Diario Paraula – (Valencia, 2-IV-2023).

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