El Problema De Agradar

EL PROBLEMA DE AGRADAR

«Si yo todavía tratara de agradar a los hombres, no sería siervo del Cristo.”

Pablo. (Gálatas, 1:10.)

Los discípulos sinceros del Evangelio deben estar muy preocupados con sus propios deberes y con la aprobación aislada y tranquila de la conciencia, en los trabajos que fueron llamados a ejecutar a cada día, aprendiendo a prescindir de las opiniones desatinadas del mundo.

La multitud solo tendrá cariño y admiración por aquellos que le satisfacen sus exigencias y caprichos; en los conflictos que aparecen en su marcha, el fiel aprendiz de Jesús será un trabajador diferente, al cual esa multitud, en sus impulsos instintivos, no podrá comprender.

El mensajero de la Buena Nueva que manifieste inquietud con los pareceres del mundo a su respecto, revelará mucha inexperiencia y falta de vigilancia; cuando se encuentre en la prosperidad material, en que el Maestro le confía una administración más amplia, muchos vecinos le preguntarán maliciosamente sobre la causa de los éxitos sucesivos que alcanza y, cuando entra en el campo de la pobreza y de la dificultad, el pueblo atribuirá sus difíciles experiencias a supuestas defecciones delante de las sublimes ideas adoptadas.

Es indispensable trabajar para los hombres, como quien sabe que la obra integral pertenece a Jesucristo. El mundo comprenderá en otro momento su esfuerzo de servidor sincero, cuando se lo permita su ascensión evolutiva.

En muchas ocasiones, las opiniones populares equivalen a la gritería de las asambleas infantiles, que no toleran a los educadores más altamente inspirados en las líneas de orden, elevación, trabajo y aprovechamiento.

Por lo tanto, que el trabajador sincero del Cristo sepa obrar sin preocuparse con los juicios erróneos de las criaturas. Jesús lo conoce y esto es suficiente.

Emmanuel (Espíritu).

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Extraído de la obra: Pan Nuestro. Capítulo 47. El problema de agradar. Por el Espíritu de Emmanuel, psicografía de Francisco Cándido Xavier.

Imágen principal: murtaza_ali.

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