EL MATRIMONIO Y LOS HIJOS a la luz de la doctrina espírita
Cuando hablamos de una verdadera relación de pareja, nos referimos a las que están basadas en el amor, y que en un primer momento se manifiesta como una atracción, afinidad, etc.; un sentimiento que, si es verdadero y se cuida debidamente, con el paso del tiempo está destinado a desarrollarse y crecer.
Y en base a ese crecimiento, las responsabilidades tienden a aumentar, y llega un momento en que la convivencia en el hogar, por lo general, ya no se reduce exclusivamente a un simple compromiso de pareja, sino que su recorrido va más allá; está destinado a la descendencia, fruto de la comunión de sentimientos, emociones y sensaciones, tanto físicas como espirituales.
El hijo constituye el fruto sazonado con que la vida gratifica a la pareja afectiva. [1]
Es un verdadero regalo-desafío que la providencia divina les otorga, por cuanto son sangre de su sangre; el inicio de una nueva etapa de entrega y de pequeños sacrificios, que ayudará a crecer a todos los que conviven bajo un mismo techo, un mismo hogar.
Los hijos no son realizaciones fortuitas, consecuentes de circunstancias secundarias en la vida. Proceden de compromisos aceptados antes de la reencarnación por los futuros padres, de modo que edifiquen la familia de que necesitan para la propia evolución. [2]
Ellos son el fruto, la consecuencia del compromiso matrimonial, un amor que, como hemos apuntado, demanda entrega, sacrificio, constancia, abnegación…
La inmadurez propia de la falta de valores, de una sociedad en crisis, consecuencia de las corrientes materialistas actuales, puede llevar a que no todos estén dispuestos a comprender y aceptar esa responsabilidad. Un compromiso, como dice Joanna de Ângelis, asumido antes de encarnar, pero que se olvida fácilmente cuando el ser humano se deja envolver por las ilusiones de la materia física.
Como indica un destacado profesor de Filosofía refiriéndose a la época actual[3]: “Tener hijos es el acto más revolucionario”… Porque supone apostar por la vida, creer en el futuro de esta humanidad.
Por lo tanto, los hijos son como hermosas plantas delicadas que para crecer debidamente necesitan de todas las atenciones y cuidados, sobre todo durante las primeras etapas de sus vidas. También de una adecuada educación que les permita crecer en valores, aprovechando para ello la experiencia, las orientaciones y, sobre todo, el ejemplo de sus progenitores.
Vamos a ilustrar este tema tan importante con una breve pero famosa anécdota, ocurrida en la antigua Roma y que refleja el valor de los hijos y la importancia de una buena educación.
LA ANÉCDOTA DE CORNELIA, MADRE DE LOS GRACOS
Cornelia, hija de Escipión el africano, se desposó con el cónsul Tiberio Sempronio Graco; se trataba de una mujer noble, muy culta e inteligente. Tuvo doce hijos, pero los únicos que llegaron a la edad adulta fueron Tiberio, Cayo y Sempronia. Después de la muerte de su esposo, rechazó la propuesta de matrimonio con el rey de Egipto Ptolomeo VIII, para dedicarse por completo a la educación de sus hijos, de los que se sentía muy orgullosa.

En cierta ocasión, una frívola patricia le pidió que exhibiera sus joyas, después de haber mostrado las suyas, en un claro acto de ostentación. Entonces, Cornelia hizo venir a sus hijos y le dijo:
—¡Estas son mis joyas!
Con ese gesto Cornelia le dio una lección de humildad y grandeza a la vanidosa romana, quien consideraba a sus hijos, una vez fallecido su marido, como la mejor inversión, por encima de cualquier posesión material. Tal fue así que les ofreció una esmerada educación; inculcó en sus hijos el amor por el prójimo, basado en las ideas humanísticas y helenísticas que defendían el apoyo a las clases populares.
Por lo tanto, ¡qué mayor tesoro que ese! Un tesoro que ni el polvo ni el paso de los años corroe; al contrario, brilla con su propia luz, una luz que se engrandece con el paso del tiempo.
Redacción Hogar Fraterno
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[1] Libro: Constelación Familiar. Capítulo 4. Los hijos.- Joanna de Ângelis.
[2] Libro: SOS Familia. Capítulo 7.- Joanna de Ângelis y Espíritus diversos. Psicografía de Divaldo Pereira Franco.
[3] Stefano Abbate, profesor de Filosofía Política en la Universidad Abat Oliba CEU. (Barcelona).
Imagen portada: s05prodpresidente.