EL DESPERTAR DE UN ESPÍRITU
Dictado por el Espíritu de Amalia desde el espacio, por mediación de la médium María.
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Todas las religiones tienen la tendencia de inculcar al hombre el arrepentimiento y el acto de contrición, pero la equivocación de todas está en dar al hombre un plazo tan corto para arrepentirse.
No, no, hijos míos. El hombre no tiene un plazo para reconciliarse, el hombre tiene una eternidad; el hombre ha sido, el hombre es, y el hombre será. Y los mismos dardos y desengaños que va recibiendo en un sin número de existencias, le van enseñando el camino de su propia regeneración. Así es que, cuando el hombre, cansado ya de sufrir el peso de sus culpas, que consciente o inconscientemente pesa en su conciencia, dice ¡no puedo más! entonces, sin que nadie le recrimine, sin que nadie le juzgue, sin que nadie le castigue, él sólo invoca su regeneración.
EL DESENGAÑO

Cuando un espíritu ha pasado por la Tierra lleno de adulaciones y placeres, al penetrar en el mundo de la verdad, es tan grande su desengaño, que afluye el llanto a su alma, y éste es el Jordán de su regeneración.
Así me sucedió a mí después de haber malgastado tantas y tantas existencias, después de haber empleado mal un talento, después de haberme mofado, en fin, de todos aquellos seres que de buena fe acudían a mí para que los empapara con el rocío de mi inteligencia. Y no me servían de otra cosa más que de desprecio y de burla aquellos tesoros intelectuales, que sólo se conceden a los hombres para que hagan un buen uso de ellos.
Yo, en aquella existencia lo hice todo al revés. Ya en un buen número de encarnaciones, la poesía ha sido mi única compañera, y si de esa flor tan delicada hubiera hecho el uso que hice de ella en mi última existencia, no hubiera tenido que penetrar tantas y tantas veces en la morada de mi Padre.
¿Es que encontré, al despertar mi espíritu, a los jueces que me recriminaron? ¿Es que allí hallé a un tribunal que me juzgó? No. Allí sólo encontré el remordimiento de mis pequeñeces. Allí sólo vi fotografiadas aquellas carcajadas de desdén y de desprecio que yo dirigía a un humilde pueblo.
COMPRENSIÓN ESPIRITUAL
Llegó, afortunadamente, la luz para mi pobre espíritu, y comprendí en la equivocación que había vivido. Y entonces, ¿qué hacer? ¿A dónde me dirijo? ¿A quién llamo? ¿A quién pido perdón? ¡Ah! ¿Es que tendré que pedirle perdón a ese mismo pueblo? No. Ese pueblo sigue a mí alrededor, me contempla y me perdona, porque, por regla general, los pequeños de la Tierra son los grandes de espíritu. Y éstos, ya de cerca, ya de lejos, pedían mi regeneración, porque comprendían que, si mi pobre espíritu llegaba a la reconciliación, podría dar a ese mismo pueblo toda la luz que un día por su jactancia y orgullo le había negado. Así fue que ese mismo pueblo tan sencillo y tan bueno rodeó al espíritu del orgulloso poeta, y puesto en forma de coro, elevó una plegaria a lo infinito.
Yo allí, como el judío errante, en medio de tanta bondad, de tanto amor, hice ese examen de conciencia que sólo se hace cuando el alma se da verdadera cuenta del tiempo que ha perdido. Entonces es cuando el acto de contrición es puramente verdadero; entonces es cuando el espíritu ya no puede retroceder de lo que ha prometido; entonces es cuando aquel panorama de almas abnegadas y justas dejan al pobre pecador solo; es cuando viene el llanto que es el bautismo del alma.
Por el llanto que brota de su alma se redime y se bautiza, y esa redención y ese bautismo es obra propiamente suya. Entonces es cuando se prepara una nueva existencia, dando a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, descendiendo a esa penitencia dispuesto a luchar y a vencer. ¡Bendita regeneración!
TRABAJO DE REDENCIÓN

¡Si vosotros pudierais contemplar lo hermoso que es el trabajo de un espíritu cuando de verdad se ha redimido, cuando de verdad se ha bautizado! A su paso por la Tierra no le han importado ni el escarnio ni la mofa de los humanos, porque ha descendido, prometiendo sufrir y vencer: justo es que quien ha hecho sufrir y llorar se encuentre luego en las mismas condiciones.
Nunca debéis dudar, nunca debéis decir que todo cuanto os rodea u os acontece, no es obra vuestra y que es debido a la casualidad, pues todo lo que os sucede son los acontecimientos hijos de vuestra misma labor. Y de este modo vais tejiendo la tela que os envolverá el día de mañana.
Todos los que niegan la existencia de Dios tienen razón, y digo tienen razón porque son almas tan pequeñas que aún no han comprendido de donde emana esa inspiración que los alienta y los guía por el destierro de la vida, y por lo tanto, si no se conocen ellos mismos, ¿cómo van a comprender a Dios? Conocer a Dios es muy difícil y es muy fácil. El espíritu conoce a Dios cuando ha sufrido y llorado mucho, porque para conocer lo bello y lo grande, se tiene que haber pasado antes por esos estados ambientales en que el hombre se asfixia, y dentro de esa misma labor es cuando el hombre analiza y conoce la verdad.
UN PUNTO DE APOYO
Para que el hombre ore con el alma, es necesario que se encuentre en un sitio donde las zarzas cierren su paso, pues cuando se ve imposibilitado de salir de este laberinto es cuando decae su cuerpo y se eleva su alma. Para el alma nunca se cierran todas las puertas en el momento que su cuerpo gime, llora y dice: ¡No puedo más! El alma, entonces, busca un punto de apoyo en el océano del infinito, y desde allí contempla esas olas tempestuosas de la vida, comprendiendo, en sus momentos de lucidez, el porqué de su triste situación. Y cuando el alma se convence de que así puede llegar al fin deseado, renuncia a todos los goces terrestres.
Amalia Domingo Soler (Espíritu)
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«El despertar de un Espíritu». Extraído del Prólogo Espiritual, de la obra MEMORIAS DE UNA MUJER.
Imagen portada: avi_acl.
Gracias Amalia.
Grandes enseñanzas nos deja este artículo de nuestra querida Amalia.
Gracias, gracias,por fortalecer nuestra creencias y despertar nuestro Espíritu!