El Deber Moral

El deber moral

Ponencia presentada durante la celebración de las XII Jornadas Espíritas del Mediterráneo, celebradas en Alfaz del Pi (Alicante), durante los días 10, 11 y 12 de mayo del presente año.

Antes de sumergirnos en el tema de hoy, me gustaría llamar vuestra atención sobre tres palabras que, en el habla cotidiana, solemos utilizar como sinónimos y que empleamos como si fueran intercambiables, a pesar de que existe una sutil diferencia entre ellas, ya que tienen matices específicos que vale la pena tener en cuenta. Estas tres palabras son: responsabilidad, obligación y deber.  

En primer lugar, nombraremos la responsabilidad; es la tarea que tú mismo aceptas, y su cumplimiento se vuelve obligatorio para ti. Se puede considerar como neutra en sí misma, ya que se refiere a la capacidad de responder o hacer frente a una situación, tarea o compromiso. Somos responsables de lo que hacemos o dejamos de hacer y de las consecuencias que ellas conllevan. Por lo que implica asumir las repercusiones de nuestras acciones. 

La obligación; Esta no puede evitarse, al ser condicionada por la ley, es de estricto cumplimiento.  La obligación es aquello que sabes que tienes que hacer por imposición personal o ajena. Tiende a ser más externa; impuesta por reglas, leyes o acuerdos sociales. La obligación es similar al deber, pero con la diferencia de que las obligaciones son impuestas por alguien más.

EL CONCEPTO DEL DEBER Y SU EVOLUCIÓN.

El deber; se puede definir como un principio moral, legal o social que una persona tiene hacia otra persona, hacia la sociedad en general o hacia sí misma. Que sabe que es correcto y necesario hacer, y está respaldada por normas, leyes o principios éticos.

El concepto de deber ha evolucionado desde el siglo XIX hasta la actualidad, donde las reglas y valores morales han experimentado cierta flexibilización. Junto con el deber tradicional, ha surgido una nueva vertiente conocida como el deber relativo. Las resumiré brevemente a continuación.

Deber Absoluto; Este concepto sostiene que ciertas acciones son moralmente obligatorias en todas las circunstancias, independientemente del contexto o las consecuencias. Existen principios éticos universales que dictan lo que es correcto o incorrecto hacer. Los defensores del deber absoluto pueden argumentar que hay ciertos derechos fundamentales que deben respetarse siempre, como el derecho a la vida o la dignidad humana.

Como decía Cicerón, Político y Filósofo (106–43 a.C.) «No es una en Roma y una en Atenas, ni es distinta hoy de lo que será mañana».

Deber Relativo; sugiere que las obligaciones éticas pueden variar según el contexto y las circunstancias. Según este enfoque, lo que se considera moralmente obligatorio puede depender de factores como las normas culturales, las relaciones interpersonales o las consecuencias de una acción. Sus defensores argumentan que las reglas éticas pueden cambiar según el contexto y que no existen reglas universales que se apliquen en todas las situaciones. No existen principios éticos universales y que la moralidad es fluida y adaptable.

Augusto Comte, filósofo en su «Discurso sobre el Espíritu Positivo» (1844) escribió: «Lo esencial del nuevo espíritu filosófico lo constituye la necesidad de cambiar, sea donde fuere, lo absoluto por lo relativo. El mismo criterio sostuvieron John Stuart Mili (1806- 1882) Herbert Spencer (1820-1903), Carlos Darwin 11809-1882), Carlos Marx (1818-1883), F. Engels (1820-1895) y casi todos los materialistas y positivistas.

DETRACTORES

Pero sus detractores alegan:

1.- Falta de fundamentos sólidos: Los críticos argumentan que el deber relativo carece de una base sólida para tomar decisiones éticas, ya que no proporciona principios universales sobre los cuales basar el juicio moral. Esto puede llevar a la arbitrariedad y a la falta de consistencia en la toma de decisiones éticas.

2.-Falta de responsabilidad y compromiso: Al enfatizar la importancia del contexto y las circunstancias específicas, puede llevar a una falta de responsabilidad personal y de un compromiso ético. Si las decisiones éticas se basan únicamente en el contexto sin referencia a principios morales fundamentales, podría haber una tendencia a justificar comportamientos egoístas o inmorales.

3.-Incapacidad para resolver conflictos éticos: El deber relativo puede enfrentar dificultades para resolver conflictos éticos cuando los valores y las normas culturales entran en conflicto. En tales casos, no proporciona un marco claro para determinar qué acción es la más ética, lo que puede resultar en dilemas éticos irresolubles.

4.-Potencial para la manipulación: Al permitir una amplia discreción en la toma de decisiones éticas, el deber relativo podría ser susceptible a la manipulación por parte de aquellos con poder o influencia, quienes podrían justificar sus acciones en función de las circunstancias específicas sin tener en cuenta el impacto ético más amplio.

DEBER MORAL SEGÚN LA DOCTRINA ESPÍRITA

Una vez explicadas las distinciones entre los diferentes conceptos de deber, me centraré específicamente en el deber moral que nos enseña la doctrina espírita. Este, enfatiza la importancia de actuar de acuerdo con principios morales, y está estrechamente relacionado con conceptos como la verdadera caridad, el crecimiento y desarrollo personal. Este enfoque resalta la necesidad de vivir de manera coherente con valores éticos elevados, promoviendo la práctica de la caridad material y moral, del mismo modo que el cultivo de la virtud, como elementos fundamentales para el progreso espiritual y la evolución moral de las personas.

Por ejemplo, consideremos el caso de una persona que le pide a un amigo de confianza que compre un boleto de lotería en su lugar, ya que él no puede hacerlo. Si resulta que ese boleto es el ganador de un gran premio, la persona honrada le dirá la verdad a su amigo en lugar de aprovechar la situación para beneficiarse personalmente. Aunque mentir podría ser una opción tentadora en este caso, la honestidad es un valor moral fundamental para esta persona, y mentir iría en contra de ese principio ético. Esto ilustra cómo el deber moral según la doctrina espírita puede influir en las decisiones y acciones de una persona, incluso cuando hacer lo correcto pueda ser difícil o desafiante.

Para comprender y cumplir con el deber moral inherente a cada uno de nosotros, es fundamental adentrarse en la doctrina. Desde la primera premisa que es la inmortalidad del alma, nos permite reflexionar que solo a través de su entendimiento, el ser humano puede alcanzar una comprensión verdadera de sus responsabilidades morales y los desafíos existenciales que enfrenta. Es especialmente relevante en un mundo como el nuestro, de expiaciones y pruebas, donde este conocimiento puede guiar nuestras acciones y decisiones hacia un camino de crecimiento espiritual y cumplimiento de nuestro propósito en la vida.

 En el Evangelio según el espiritismo en el capítulo XVII Ser Perfectos, en el ítem 7, nos dice que, El deber es la obligación moral del hombre, en primer lugar, para consigo mismo, y a continuación para con los otros. El deber es la ley de la vida… Se encuentra en los más íntimos detalles, así como en los actos más elevados…/… El deber del corazón, fielmente observado, eleva al hombre. Pero ¿cómo especificarlo con exactitud? ¿Dónde comienza? ¿Dónde termina? El deber comienza exactamente en el punto en que amenazáis la felicidad o la tranquilidad de vuestro prójimo, y termina en el límite que no deseáis que nadie trasponga en relación con vosotros… (El Evangelio según el Espiritismo/Lázaro. Paris, 1863)

Este punto se refiere a la forma en que una persona se conduce hacia sí misma y hacia los demás, y en términos de lo que es correcto o incorrecto desde un punto de vista espírita. Tiene que ver con el crecimiento interior que todos nosotros necesitamos cumplir para avanzar y ascender. Se basa en principios y valores morales, como la honestidad, la justicia y el respeto hacia los demás.

Un mundo al que venimos a rescatar las deudas o débitos de vidas anteriores, pero también venimos a capacitarnos, enfocando nuestro objetivo en la vida futura, porque nos enseña que somos inmortales.

Esas realidades de la vida futura que son; la reencarnación, la inmortalidad del alma y la existencia basada en leyes divinas, permanentes e inmutables, son los horizontes que hoy en día debemos procurar conocer para que todos los seres humanos, especialmente en estos tiempos de transición, podamos entender cuál es el principal objetivo de la existencia.

Empecemos entonces, por entender qué es exactamente ese concepto del deber: Kardec coloca este ítem 7, nombrado con anterioridad, que hace parte de las instrucciones de los espíritus en el capítulo XVII, cuando habla de la perfección. En ese caso ¿qué debemos entender por perfección según el espiritismo?  Comprendamos que si somos inmortales estamos sujetos a una ley de progreso, y esa ley de progreso se cumple a través de la ley universal de la reencarnación.

SENTIDO MORAL INNATO

También destaca la importancia del sentido moral innato en nosotros, como guía en nuestro camino hacia la evolución espiritual, un camino que nos acerca gradualmente a la divinidad. El cual traemos inoculado en lo más profundo de nuestro inconsciente, y esta madurez nos permite aproximarnos a Dios.

Allan Kardec en el capítulo II, que habla de Dios, en el ítem 19, de la Génesis, clarifica que la justicia y la bondad de Dios integran todos los atributos de Nuestro Padre. Es imposible entender la evolución del alma, entender el progreso de la conquista del alma, si no se alcanza a entender la existencia de Dios y sus atributos, que son: su eternidad, su inmaterialidad, su omnipotencia, su bondad, su justicia y su soberanía. Todo esto nos va a llevar a entender que esa inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas, tiene unas leyes que son infinitamente sabias y perfectas.

Según esta doctrina, los espíritus sostienen que, durante nuestro proceso de aprendizaje y comprensión de las leyes divinas, es responsabilidad del ser humano buscar la perfección. Jesús enseña que la esencia de esta perfección radica en la caridad, entendida en su sentido más amplio, ya que implica la práctica de todas las demás virtudes.

Siendo la virtud, a la luz de la visión espírita, como todo esfuerzo capaz de vencer las malas inclinaciones, las tendencias, los instintos, que se ha venido realizando en las diversas existencias sucesivas, despojándose poco a poco de sus imperfecciones. Las bendiciones que se reciben de Dios, son la fuerza que concede al hombre de buena voluntad para despojarse del mal y hacer el bien. Filosóficamente hablando, son cualidades o disposiciones morales que se consideran deseables y valiosas para una vida ética y plena.

LA VIRTUD

En el libro El Consolador, por el Espíritu de Emmanuel. Psicografía de Francisco Cándido Xavier; encontramos la siguiente pregunta;

Imagen: Clker-Free-Vector-Images.

253.- ¿La virtud es concesión de Dios, o adquisición de la criatura?

«El dolor, la lucha y la experiencia constituyen una oportunidad sagrada concedida por Dios a sus criaturas, en todos los tiempos; todavía, la virtud es siempre sublime e imperecedera adquisición del espíritu en las calles de la vida, incorporada eternamente a sus valores, conquistados por el trabajo en el esfuerzo propio

A lo largo de su evolución, el ser humano va pasando por diferentes etapas, siendo en su origen dominado por los instintos; más avanzado y corrompido, sólo tiene sensaciones; más instruido y purificado, tiene sentimientos; y el punto más elevado del sentimiento es el amor.  

Es la gran síntesis evolutiva del pensamiento, del sentimiento, que Allan Kardec a través de los espíritus de Lázaro, Fenelón y Sansón en el capítulo XI ítem del 8 al 10, en el capítulo que trata la Ley del Amor en “El Evangelio según el espiritismo”.

Así sabemos que los seres virtuosos son aquellos que hacen una resistencia voluntaria a las malas inclinaciones y a las tendencias que les entorpecen, y que son un freno para la propia evolución. El espiritismo nos enseña que la reencarnación nos brinda herramientas valiosas, como el libre albedrío y la fuerza de voluntad, que son fundamentales para alcanzar estados de plenitud. Estos instrumentos se perfeccionan a medida que el ser humano explora las profundidades de su naturaleza moral.

Estamos siendo seres que luchan por conseguir las virtudes que nos harán mejores, porque el espiritismo plantea que somos seres perfectibles, aspirando a un mayor desarrollo personal, hasta llegar a lograr la mayor categoría, que es alcanzar el estado de Espíritu Puro, cuyo ejemplo y modelo fue Jesús.

LA VIDA FUTURA

Todos esos conceptos de perfección, no tendrían sentido, como el propio maestro lionés nos lo advierte en el Evangelio según el Espiritismo, si no estuviera estrechamente relacionado con la vida futura. En el capítulo II. Mi reino no es de este mundo; ítem 2, Allan Kardec afirma que la vida futura puede considerarse el eje central de las enseñanzas de Jesús, por eso el espiritismo además de ser una propuesta psicológica, científica, instructiva, es una propuesta consoladora.

(…) Jesús designa claramente a la vida futura, que Él presenta en todas las circunstancias como la meta hacia donde se dirige la humanidad, y como aquello que debe ser el objeto de las principales preocupaciones del hombre en la Tierra…En efecto, sin la vida futura, la mayor parte de sus preceptos de moral no tendrían ninguna razón de ser.  (Capítulo II. ítem 2, del Evangelio según el Espiritismo.)

LA MORAL SEGÚN LOS ESPÍRITUS

Para entender el concepto de la moral conforme lo dan los espíritus, porque puede llevar al desconcierto, y Kardec se tomó el trabajo de estructurarlo, en el Libro de los Espíritus, en el libro tercero, que trata sobre las leyes morales, realizando un desarrollo preciso, indicando al hombre de bien, que quiere conquistar la paz, que lo conseguirá por medio del estudio de las leyes de Dios y de su propio comportamiento; de ese modo, desarrollará su perfeccionamiento moral.

No obstante; ¿Qué es la moral según el espiritismo?  En la pregunta 629 del «Libro de los Espíritus», le responden:

629. ¿Qué definición se puede dar de la moral?

La moral es la regla para conducirse bien, es decir, para distinguir el bien del mal. Se basa en la observancia de la ley de Dios. El hombre se comporta bien cuando hace todo con miras al bien y para el bien de todos, porque en ese caso observa la ley de Dios.”

Todo aquel que busca el bien de los demás, está cumpliendo la moral según la doctrina de los Espíritus. Este concepto nos muestra, por qué no se suscribe a una creencia, a un credo, a un dogma; se trata de una moral universal.

Por ello, en esta ponencia estoy hablando del deber moral al que hace alusión el espiritismo, que se refiere a los deberes del alma inmortal, identificando esos deberes como los que nos otorgan la verdadera salud del alma, y que tienen que ver con los verdaderos destinos de la felicidad. Nos explican los espíritus, que nosotros al momento de reencarnar, traemos los criterios adecuados para identificar lo que es correcto de lo que es incorrecto.

DISTINCIÓN ENTRE EL BIEN Y EL MAL

Por eso en la pregunta 630, Kardec preguntó a los espíritus; ¿cómo podemos distinguir el bien y el mal? y contestan los espíritus:

El bien es todo aquello que está de acuerdo con la ley de Dios; y el mal, todo lo que de ella se aparta. Así, hacer el bien es conformarse a la ley de Dios; hacer el mal, es infringir dicha ley.”

Y más aún, en la pregunta 621, nos advierte que esas leyes han sido inscritas en la conciencia, de tal forma que, en la medida que el ser está buscando su perfeccionamiento moral, es decir, su realidad moral, poco a poco va desarrollando sus valores, que están latentes en ella.

Por eso, siempre que nos encontremos ante un desafío para comportarnos como personas de bien, debemos implicar a nuestra conciencia, porque allí es donde vamos a encontrar los instrumentos necesarios para identificar si esa conducta es la adecuada, o si va a dañar a alguien. Esos instrumentos en los que nos podemos apoyar son, la oración, la meditación y la inspiración de nuestros guías, Un apoyo importante sería el conocimiento de la doctrina espírita, que nos puede aportar mucha claridad al utilizar el filtro de la razón. Por otro lado, debemos de tener en cuenta que el deber no es idéntico para todos, puesto que varía, según nuestro grado de perfeccionamiento.

Pero, también nos podemos preguntar: ¿Cómo identificar el bien y el mal en la conducta? Entonces, para resolver esta cuestión, es bueno formularse estos tres supuestos: Ese acto ¿es útil?, ¿es verdadero?, ¿hace el bien a los demás? Estos filtros son suficientes para discernir entre el bien y el mal, cuando sabemos que el bien es el deber y que el mal es la conducta inadecuada.

Pero para todo lo anterior lo primero sería creer en Dios, porque tenemos la razón y la inteligencia, y esos dos instrumentos nos dan el discernimiento, que nos permite descubrir que los verdaderos deberes de la vida en principio se resumen en dos: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Fue este último el que añadió Jesús, incorporando también, amaos los unos a los otros, queriendo decir que todo aquello que se encuentra acorde hacia el bien de los demás, es una forma de cultivar nuestro propio bien.

EL DEBER MORAL Y EL DESARROLLO DE OTROS VALORES

Habida cuenta de que el deber moral y los valores personales están interconectados. Cumplir con el deber moral nos desarrolla valores como la dignidad, la fraternidad, la generosidad, la disciplina y la conducta recta.

La dignidad: valor que considera a todos los seres humanos iguales y exige respeto a los derechos y libertades de los demás, así como cuidado de su bienestar físico, emocional y espiritual.

La fraternidad: concepto que nos une como una sola familia, implicando solidaridad y apoyo mutuo, así como comprensión y respeto hacia los demás.

La generosidad: virtud que desarrolla el amor y nos involucra en el desprendimiento y entrega desinteresada a los demás, sin esperar nada a cambio.

La disciplina: A través de la disciplina, desarrollamos hábitos positivos y nos mantenemos enfocados en nuestros objetivos, superando obstáculos con determinación y perseverancia.

La conducta recta: reside en nuestras acciones y decisiones éticas, reflejando nuestra capacidad para discernir entre el bien y el mal y elegir siempre el camino correcto. Donde existe una coherencia entre el pensamiento, el sentimiento y la acción.

El deber es el más hermoso galardón de la razón.

Depende de ella, como el hijo depende de su madre.

El hombre ha de amar el deber, no porque este preserve de los males de la vida, males a los que la humanidad no puede sustraerse, sino porque confiere al alma el vigor necesario para su desarrollo.

Cap. XVII, ítem 7. El Evangelio según el Espiritismo.

El deber, enraizado en la razón, es fundamental para el desarrollo y la realización del ser humano. No es simplemente una obligación externa, sino una fuerza interna que guía y fortalece el alma humana; que no impide el dolor que se presenta en el transcurso de la vida, sino que ayuda a encontrar la fortaleza y el crecimiento personal a través de su cumplimiento. Es una fuente de vigor y crecimiento para el alma.

Amar el deber, guiado por la razón, es esencial para que el ser humano pueda alcanzar su máximo potencial y enfrentar los desafíos de la vida. A pesar de lo difícil que sean las circunstancias en las que nos encontremos, si lo hacemos de forma recta podremos sentir la paz de conciencia y la satisfacción de cumplir con nuestros compromisos.

Esto nos conduce a la perfección personal. Y ¿Cómo se desarrolla la conducta que debemos seguir para alcanzarla? Se desarrolla estudiándonos a nosotros mismos con atención y someter nuestras acciones a un juicio riguroso. El deber moral es un mandamiento intrínseco que cada individuo tiene consigo mismo y con los demás. Es la ley fundamental de la existencia, manifestándose tanto en los detalles cotidianos como en las acciones más nobles. Cumplir con éste es un desafío, ya que a menudo entra en conflicto con los deseos personales y las emociones. Y además no busca reconocimiento público por sus logros, ni sufre castigo por sus fracasos. La responsabilidad moral de cada persona queda en manos de su propia voluntad.

EL DEBER MORAL EN LA FAMILIA

Usaré como ejemplo del cumplimiento del deber moral en el caso de la familia, porque es fundamental, ya que todos nacemos y pertenecemos a una. La importancia de este cometido en la familia, radica en el cumplimiento de las responsabilidades y obligaciones éticas que cada integrante tiene hacia los demás miembros. Esto abarca el respeto, cuidado y apoyo mutuo, manifestando amor, compasión y solidaridad. Esto se convierte en el vivir diario en cuidar de los hijos y velar por su bienestar, brindarles amor, protección y educación. Así como respetar y cuidar a los mayores de la familia. Ante los conflictos que puedan surgir dentro de la familia, perdonar y solucionarlos entre todos, enseñando la solidaridad.

En resumen, los principales deberes morales en la familia incluyen el cuidado, el respeto, la lealtad, el perdón y la generosidad entre sus miembros. Estos valores morales ayudan a mantener unida a la familia.

Porque sabemos que la familia es la verdadera seguridad social que siempre acoge; aporta calidad de vida y humanidad, pues en ella las personas son queridas por el simple hecho de existir. Sin familia no existiría solidaridad entre las personas.

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EL CASO DE LA ADÚLTERA EN EL EVANGELIO

Como ilustración del tema que estoy exponiendo, hablaré del pasaje del evangelio que habla de la adúltera que debió ser lapidada en la plaza pública, que da claridad de la importancia del cumplimiento del deber moral, íntimo y espiritual.

Los encontrareis narrados en los libros de Buena Nueva. Humberto de Campos/Francisco Xabier. Cap.13 pecado y punición.

Imagen: ZedH

«Por los caminos de Jesús«. Amelia Rodrigues /Divaldo P. Franco Cap. 15. Encuentros de reparación.

Humberto de Campos narra que una tarde cuando Jesús había terminado una de sus prédicas en la plaza pública, percibió que la multitud se movía ruidosamente, traían a una mujer maltratada que conectó automáticamente con los ojos del Mesías, con una súplica de protección saliendo de sus tristes ojos.

Los numerosos judíos allí aglomerados excitaban el ánimo general, reclamando la lapidación de la adúltera, de conformidad con las antiguas tradiciones.

Solicitado, entonces, a constituirse juez de las costumbres del pueblo, el Maestro guardó silencio y miró a la muchedumbre de aquellos hombres, esperando la respuesta del Galileo. Él exclamó con serenidad y aplomo esta bella máxima del cumplimiento del deber moral: “aquel que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. Su autoridad moral, su impacto vibratorio impactó en la conciencia de los acusadores, y las denuncias murieron en los labios más exaltados. Y uno a uno fue arrojando las piedras que llevaban para ser lanzadas.

Amelia Rodríguez continúa narrándonos los acontecimientos siguientes de este pasaje del Evangelio, en una de sus hermosas obras, y cuenta que, sorprendentemente, el Maestro no censuró el delito pues había pecado, ni la liberó de su responsabilidad considerándola inocente. Una vez dispersa la multitud y a solas con la infortunada, le recomendó que no volviera a pecar, a fin de que no tuviera un mal peor.

Esa misma noche la adúltera arrepentida de sus acciones quiso hablar con el Maestro y encontrándolo cenando con sus apóstoles pidió permiso para entrar.

Ruego perdón– dijo ella reticente-, por venir a perturbar la paz.

La verdadera paz– respondió Él, con calma- es la que fluye del corazón aclimatado al culto del deber, a la que nada perturba.

Y sigue contando, que pasaron casi diez años y allí mismo en la Judea, se reconoció a una mujer que atendía a todos aquellos que padecían sufrimiento en el alma, y padecimiento físico. Una mujer que llevaba en su desgastado rostro los vestigios de una gran belleza ahora en decadencia. Esa mujer recibe a un hombre cubierto de úlceras, en extrema penuria que lo atiende con cariño y le habla de Jesús.

Cuando el hombre se encuentra más recuperado, le expresa a la mujer que también conoció a Jesús, y le dijo que no supo beneficiarse de sus enseñanzas. Le dijo a la mujer que Jesús, no le prestó atención en una tarde cuando en la plaza pública solicité la lapidación de mi esposa, de mi compañera que me había sido infiel. Él no me escuchó, no me concedió una palabra siquiera de consuelo, y abandoné a mi mujer. Con el tiempo desperté a la verdad, la busqué sin resultado, hasta que la enfermedad devoró mi cuerpo y aquí estoy.

La mujer, recordó la plaza y el diálogo con el Maestro, guardando silencio, reconoció al esposo de muchas décadas que ahora gracias a la Misericordia Divina le permitía cumplir el deber moral de amar y de respetar.

CONCLUSIONES

Por todo lo dicho, seamos capaces de adoptar como principios fundamentales las palabras «sacrificio» y «abnegación». Estos valores representan los pilares de la caridad y la humildad que se esperan de nosotros. Al cumplir con nuestro deber, encontraremos paz interior y aceptación. Cumplir con ellos nos permitirá hallar tranquilidad, fortalecer nuestro espíritu, estimular nuestro corazón y calmar nuestra alma. Además, nuestro cuerpo se mantendrá fuerte, ya que el sufrimiento físico se intensifica cuando el espíritu está profundamente lastimado.

Me gustaría hacer un llamamiento para cumplir con alegría los deberes que están inscritos en el alma, a seguir en la práctica del amor en los centros espíritas, o en cualquier lugar donde vivamos los principios morales. A practicar y vivir cada instante la vida con felicidad, equilibrio y armonía, sin que se apague el fuego interior de la esperanza. Muchísimas gracias a todos ustedes.

Gloria Quel

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Imagen de portada: lauwahyuen.

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