«Dios nos perdona a todos todo; perdónate a ti mismo y también a todos» (1)
Todos nuestros actos están sometidos a las Leyes Universales-Divinas y, cuando no cumplimos con ellas, los procesos correctores se ponen en marcha, casi siempre sin que nos demos cuenta. La sabiduría que demuestran esas leyes, comparándolas con las leyes humanas son inmensas.
No es que Dios nos esté «vigilando» continuamente, sino que, si no nos armonizamos con dichas Leyes Divinas, están actúan sabiamente para “corregirnos” y “reconducirnos” por el buen camino; un sendero que a la larga nos traerá felicidad y paz.
Del mismo modo, perdonarnos a nosotros mismos es “reconducirnos” voluntariamente por el buen camino; es reconocer el daño o error cometido, asumirlo, disculpar y arreglarlo si se puede. Es difícil porque implica eliminar el amor propio, pero si no se hace, lleva muchas veces a sufrimientos prolongados y penosos.
PERDONAR es no seguir aferrado al dolor, ira o resentimiento, es empatizar con la otra parte, tratar de entender qué es lo que pasó, el porqué, e incluso reconocer que ambas partes no tuvieron una actitud correcta, disculparse mutuamente, y decidir no volver a actuar de la misma forma.
El hecho de reconocer y PERDONAR no quiere decir que los procesos iniciados se anulen, porque para ser JUSTOS, cada uno tiene que asumir-sufrir las consecuencias de sus actos, así vamos aprendiendo y avanzando moralmente.
Dios, como buen Padre, nos perdona TODO, siempre que nosotros también PERDONEMOS TODO, con la sana intención de no volver a actuar de esa forma, de lo contrario el proceso sabio y justo de sus Leyes se vuelven a poner en marcha para corregirnos.
****
(1) Ideas recibidas mediúmnicamente en el Centro Espírita Hogar Fraterno a lo largo de varios años.
Imagen portada: wal_172619.