He aquí la frase que sin cesar oímos a todos los que pretenden predicar y enseñar el Evangelio: «Contemplad a Jesús«, nos dicen sin cesar todos aquellos que se creen discípulos del Cristo.
¿Y cómo hemos de contemplarle si no nos enseñan el modo de hacerlo? No basta dar consejos; no bastan palabras que después de todo desgraciadamente se olvidan. Son necesarios los hechos; es sobre todo de alta importancia, que los que aquellas palabras dicen, sepan contemplar a Jesús. Sobre este particular vengo a daros una enseñanza.
No habéis de ver en Jesús el Gólgota; su gloria es la que debéis contemplar. No el martirio que entristece el alma, sino su infinita sabiduría y bondad habéis de ver, porque el martirio nada enseña; sus sufrimientos nada nos dicen, puesto que han existido espíritus que han sufrido tanto como Él y en peores condiciones.
EL VERDADERO JESÚS
Contemplad a Jesús por sus máximas, por su bondad, por su humildad y por su caridad. Ese es Jesús, puesto que no ha habido ni habrá un espíritu que formule ni la más insignificante de sus parábolas.
En el Evangelio, inspirado por Él a sus apóstoles, están grabadas con letras inmortales todas las leyes que la Humanidad puede necesitar; en el Evangelio es donde debemos contemplar a Jesús, en el Evangelio que es el espíritu, no en el Gólgota que es la materia.
Ha llegado el tiempo de que a Jesús se le comprenda, ha llegado el tiempo de adorar a Dios en espíritu y verdad; y todas aquellas manifestaciones que de la materia se desprendan, deben quedar olvidadas.
Vosotros los que tenéis la delicada misión de propagar las ideas del Cristo, penetradle siempre en su verdadero ser, presentadlo como modelo que es de humildad, amor y caridad; pero evitad presentarle como al criminal que muere en un suplicio, porque si bien la imagen de Jesús ensangrentado conmueve hondamente, es sólo mientras la imagen del Salvador tenemos delante, porque después con las fiestas del mundo, cruz y Gólgota se olvidan, mientras que la fe, el amor la caridad y sus palabras de infinita sabiduría, se infiltran en nuestra alma, y cada vez su imagen adquiere a nuestra vista, mayores, más vivos resplandores.
Un Espíritu Protector
(Mensaje publicado en el Almanaque del Espiritismo para 1873. Contemplad a Jesús. Páginas 43-44).
Mensaje sin duda comunicado por un espíritu elevado en el que resplandecen palabras de sabiduría y bondad.