Al Espiritismo

Al Espiritismo

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Cual mísera barquilla, que pérdida

entre las ondas del profundo mar.

Sin velas, por el viento combatidas.

Sin timón y propensa a naufragar.

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Que distingue por fin en lontananza

las tintas nacaradas de arrebol,

y renace en su seno la esperanza

al ver cual brilla sobre el agua el sol.

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Así la humanidad extraviada

de senda que trazara el Hacedor,

por el instinto material guiada,

nunca llegaba al puerto salvador.

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Pero un día, de Oriente al Occidente

un sol esplendoroso apareció.

Y su fulgor divino y trasparente

la senda que seguimos nos trazó.

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Esa senda, de flores matizada;

flores bellas, de vivido color,

que abriendo su corola delicada

nos brindan con su aroma embriagador.

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Esa senda, que cruzó valles, montes,

que de uno al otro polo se extendió;

que descubre tras nuevos horizontes,

la gloria que Jesús pronosticó.

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Esa senda de amor y de alegría.

por donde caminará la humanidad;

esa senda tan recta que nos guía

a otros mundos de luz y de verdad.

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Esa senda, de dichas y placeres

que nos une con lazo fraternal,

y que nos comunica con los seres

que dejaron su traje material.

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Esa senda, que al torpe fanatismo

para siempre en el olvido hundió,

es la senda, llamada Espiritismo,

que por el orbe entero se extendió.

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Espiritismo, sí, estrella que luce

alumbrando el abismo del error,

tabla bienhechora que conduce,

al náufrago hasta el puerto salvador.

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Bajel que, confiado en la bonanza,

cruza el mar de odio, envidia y vanidad,

con las velas henchidas de ESPERANZA

elevando por timón la CARIDAD.

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¡Salve Espiritismo, llama divina!

Tú vienes la ignorancia a confundir,

tú eres el astro puro que ilumina

un grato y delicioso porvenir.

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Tú eres sol, que el misterio de la vida

con tu fulgor nos has de revelar;

tú eres la luz del cielo desprendida

que las tinieblas vienen a disipar.

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Tú cuál la estrella que a los magos Reyes

guio al portal glorioso de Belén,

nos guiarás con tus divinas leyes

a otros mundos, a la gloria, al Edén.

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J. F.

(Extraído del número 3; de la Revista LA REVELACIÓN. Alicante, 5 de febrero de 1872).

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