Reparando
Cuando el alma se vuelca en un canto de honestidad y trata por todos los medios a su alcance de superar sus imperfecciones, abre sus sentimientos en acciones a favor de su prójimo, acentúa sus palabras con el énfasis de la esperanza y estimula a los que cayeron a erguirse de sus propios errores, no cabe duda de que ya se encuentra en el camino de la marcha ascensional, fortalecido por la seguridad que sólo otorga la fe racional, como impulso cierto del progreso ya alcanzado.
Quedan atrás los días aciagos de la conquista del poder, del cúmulo de riquezas, de la vanidad desvariada, del sexo sin control, de las ambiciones desmedidas, del uso de la venganza como cobro inmediato por las acciones recibidas, en fin, con las horas de agonía por los compromisos asumidos y no cumplidos, que ahogaron en las sombras el grito de la conciencia…
Cuando el Cristo descubre a quien intenta caminar por el sendero de la reparación, una nueva aurora despunta en los días del alma, la cual, entre dolorida y esperanzada se aferra a Él y se levanta, entre lágrimas de arrepentimiento y promesas alentadoras, prosigue la marcha de la renovación, teniendo como objetivo principal atender a Su llamado de confianza y fortalecimiento, para que en la acción en movimiento, cierre las heridas, balsamice las llagas y establezca un ordenamiento en los confundidos pensamientos y sentimientos, que habrá de permitirle observar que en la vida, todo es enseñanza, todo es aprendizaje a favor del alma que duerme mecida por la ignorancia…
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Bendice al dolor, medicamento sagrado que cura las más profundas llagas que el error produjo y, renovado, camina a paso seguro por el sendero de la reparación, pues una vez más, Su Luz habrá de indicarte el fin de la caminata, el fin del sufrimiento.
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(Reparando. Extraído de la obra: DEL MAESTRO AL DISCÍPULO; por el espíritu de Cosme Mariño, psicografía de Juan Antonio Durante. Livraria Espirita Alvorada Editora).
Imagen principal: M. Venter.
