“Así brille vuestra luz ante los hombres.” Jesús. (MATEO, 5:16.)
Ante la gloria de los mundos evolucionados y de las esferas sublimes que pueblan el Universo, el estrecho campo en que nos agitamos en la Superficie Planetaria es un limitado círculo de acción.
Entretanto, si el problema fuese apenas de espacio, no tendríamos nada que lamentar.
La casa pequeña y humilde, iluminada de Sol y de alegría, es un paraíso de felicidad.
La angustia de nuestro plano procede de la sombra.
La oscuridad invade los caminos en todas las direcciones. Tinieblas que nacen de la ignorancia, de la maldad, de la insensatez, envolviendo pueblos, instituciones y personas. Son nubarrones que asaltan conciencias, raciocinios y sentimientos.
En medio de la gran noche, es necesario que encendamos nuestra luz. Sin esto, es imposible que encontremos el camino de la liberación. Sin la irradiación que brille de nuestro propio ser, no podremos ser vistos con facilidad por los Mensajeros Divinos, que ayudan en nombre del Altísimo, y no auxiliaremos efectivamente a nadie.
Es indispensable que organicemos e iluminemos nuestro santuario interior, a fin de que las sombras no nos dominen.
Es posible marchar valiéndonos de luces ajenas. Pero, sin nuestra propia claridad, padeceremos constante amenaza de caída. Los propietarios de las lámparas encendidas pueden apartarse de nosotros, al ser convocados por las esferas de elevación que aún no merecemos.
Así pues, sírvete de los luceros del camino, pon la mecha de la buena voluntad al servicio del aceite del trabajo y de la humildad, y enciende tu antorcha para la jornada. Agradece al que te ilumina por una hora, por algunos días o por algunos años, ¡pero no olvides tu candela, si no deseas resbalar en los precipicios del largo camino…!
Amigo mío, el problema fundamental de la redención no se limita a palabras habladas o escritas. Es muy fácil pronunciar bellos discursos y prestar excelentes informaciones, conservando aún la ceguera en nuestros propios ojos.
Nuestra necesidad básica consiste en tener luz propia, en poseer un esclarecimiento íntimo, en llegar a la auto-educación y en alcanzar la conversión sustancial del “yo” al Reino de Dios.
Puedes hablar maravillosamente acerca de la vida, argumentar con brillo sobre la fe, enseñar los valores de la creencia, comer el pan del consuelo, exaltar la paz, recoger las flores del bien, aprovechar los frutos de la generosidad ajena, conquistar la efímera corona de la alabanza fácil, o amontonar diversos títulos que adornen tu personalidad en tránsito por los valles del mundo…
En verdad, todo esto puede ser hecho por el espíritu que se demora, indefinidamente, en ciertos ángulos del camino.
Sin embargo, avanzar sin luz es imposible.
(Capítulo 180. Que brille nuestra luz, del libro CAMINO, VERDAD Y VIDA. Por el espíritu de Emmanuel. Psicografía de Francisco Cándido Xavier).