LA PACIENCIA SEGÚN AMALIA
Esta virtud, (según el diccionario de la lengua) “nos enseña a sufrir y tolerar los infortunios y trabajos en las ocasiones que irritan o conmueven, es el sufrimiento y tolerancia en las adversidades, penas y dolores, es la espera y el sosiego en las cosas que se desean mucho” …
Nadie puede practicar mejor la paciencia, que aquel que sabe que cuanto sufre es consecuencia de sus actos; conociendo la causa, no puede culpar ni a Dios ni a su destino, pero tiene derecho para culparse a sí, y hasta un deber sagrado le impone reconvenirse, pidiéndose cuenta de sus hechos anteriores.
La paciencia no debe ser una virtud pasiva, sino activa, se debe emplear en un trabajo lento y continuo, e indudablemente es la virtud que mejor puede practicar el espiritista racionalista.
La paciencia, no es la impotencia encadenada a la fatalidad, es el trabajo perseverante, y metodizado; y en los sufrimientos y tribulaciones, no es dominarse hasta el sacrificio, trucando las leyes de la naturaleza, no es cerrar la fuente de las lágrimas que son la evaporación del sentimiento, el llanto del alma no es la expresión de la rebeldía del Espíritu, es el justo tributo rendido a la memoria de los seres que se van antes que nosotros.
EL HOMBRE EN LA TIERRA
El hombre para vivir en la Tierra necesita familia, amigos, almas simpáticas que comprendan la suya, y cuando pierden alguno de esos elementos que le ayudan a vivir, necesariamente tiene que languidecer, y el verdadero espiritista, el que conoce que sólo de él depende la felicidad de su porvenir, emplea su paciencia en trabajar sin impaciencia, en la estricta justicia de Dios.
Unos de nuestros grandes defectos ha sido nuestra impaciencia, siempre hemos adelantado las horas y los acontecimientos; sólo el estudio del Espiritismo nos ha hecho conocer la verdad del antiguo adagio, que no por mucho madrugar amanece más temprano, y hemos comenzado a tener paciencia trabajando en nuestro progreso, sin aspirar a inmediata recompensa.
La paciencia es una virtud, quizá, y sin quizá, la más necesaria para el adelanto del Espíritu; esperar con sosiego es vivir, es trabajar, meditar, analizar, buscar el porqué de las cosas, y el estudio del Espiritismo nos induce indudablemente a tener calma, porque mientras más largo se presenta el plazo de la vida, más esperanza hay de rehabilitación y de felicidad, y como las comunicaciones de los espíritus nos manifiestan que la eternidad es nuestro patrimonio, el más impaciente, el más descontentadizo, el más exigente ha de reflexionar y decir: ¡Tengo tiempo!… ¡Nada tengo perdido, todo lo puedo recuperar!… y de creerse desheredado, a considerarse dueño de una gran fortuna, hay la misma distancia que del todo a la nada.
EL ESTUDIO DEL ESPIRITISMO
¡Bendita la hora que comenzamos el estudio del Espiritismo! Por él hemos alcanzado a tener paciencia, y creemos firmemente que cuando lleguemos a comprender el valor inmenso de esa virtud, (quizá la primera entre todas las virtudes) habremos escrito en el libro de nuestra historia, la primera página digna de ser leída.
Tengamos paciencia para no cansarnos nunca de trabajar en la propaganda del Espiritismo; los iniciados en la verdad suprema tenemos un deber sagrado en decir a las multitudes:
– ¡No os desesperéis! La vida no tiene término, el progreso es indefinido, ¡Nunca acabarán los mundos! Siempre habrá soles que darán vida al Universo ¡Siempre Dios será la fuerza motora que mantendrá el movimiento y la renovación continua de la naturaleza!
Siempre los espíritus irán ascendiendo por sus virtudes, obteniendo lo que es justo.
Amor, el que haya amado.
Gloria, el que se haya complacido en glorificar a otro.
Riqueza al que haya procurado enriquecer a su prójimo.
Instrucción, al que se haya sacrificado por instruir a los ignorantes.
¡Cuán grande es la vida en su origen!
¡Cuán espléndido su porvenir!
¿Hay algo más consolador que el progreso indefinido?
Si la paciencia nos induce a progresar, ¡Bendita sea esta virtud! Ella es la estrella polar que nos guía y nos salva de los innumerables escollos que hay en el mar turbulento de la vida.
¡Paciencia! ¡Tú eres la melancólica sonrisa de los infortunados!
¡La que apartas del abismo a los suicidas!
¡La promesa bendita del infinito!
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(Extraído del capítulo XXXV; de la obra La Luz que nos Guía, de Amalia Domingo Soler).
Imagen de portada: falco.