Instaurando El Bien

Traduce en cada obra de bien que realices, el pensamiento Superior que, hoy como ayer, te convida a modificar la faz de la Tierra, hasta convertirla en el vergel de paz y amor al que está destinada.

Cada operario, desde el simple lugar en que las circunstancias lo colocan, está llamado a la construcción de un mundo nuevo, donde la humanidad de la Nueva Era pueda desarrollarse ampliando los horizontes de la caridad, en razón de que siempre estará el prójimo aguardando las migajas de tu comprensión y la abundancia de tu tolerancia.

Con el correr de los días, más patéticas se tornan las necesidades a atender, las llagas a curar, las lágrimas a asistir porque estos son días definitorios para el hombre actual, en razón al restablecimiento indispensable del eje moral del planeta, hasta ahora, demasiado inclinado hacia el mal, inducido por el egoísmo y señalado por profundas hecatombes propiciadas por él mismo, eterno espectador del sufrimiento ajeno, en el que no quiere involucrarse, para no abandonar los hábitos cómodos en los cuales se regodea.

Es pues, sonada la hora de la acción, que es impostergable.

Los Constructores Celestes operan ya el material transformador que habrá de arrastrar a los remisos en la avalancha de las responsabilidades para que cada uno asuma las propias y poder así, laborar el ejido de acción que instaurará el bien en la Tierra, ese granito de arena perdido en el espacio sideral, buscando su justo rumbo.

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(Instaurando el bien. Extraído de la obra: DEL MAESTRO AL DISCÍPULO; por el espíritu de Cosme Mariño, psicografía de Juan Antonio Durante. Livraria Espirita Alvorada Editora).

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