El Perdón

(Trabajo presentado por el Centro Espírita Hogar Fraterno, durante la celebración de las 11ª Jornadas Espíritas del Mediterráneo, celebradas en Alfás del Pi (Alicante); los días 12, 13 y 14 de mayo del 2023).

En primer lugar, podemos decir que, el perdón es un asunto personal, un acto de voluntad consciente y responsable. Es creer en la capacidad de transformación, empezando por la propia. Siempre es la mejor opción para seguir adelante evitando lastres que puedan torpedear la evolución espiritual. Es una actitud que libera de los lazos del odio, del resentimiento y la angustia, ayudándonos en el caminar hacia la felicidad que se puede alcanzar en este mundo.

Pierre Teilhard de Chardin (1881 – 1955), fue un sacerdote jesuita, teólogo, filósofo y paleontólogo francés, y tiene una frase que nos coloca en una perspectiva interesante: “No somos seres humanos que pasan por una experiencia espiritual…Somos seres espirituales que pasan por una experiencia humana…”

Efectivamente, nosotros como espíritas también lo entendemos así; es un conflicto entre lo humano y lo espiritual. Siempre estamos en esa lucha de querer conquistar la felicidad, la paz, y eso se consigue analizándonos y trabajando para superar los defectos y debilidades; pero nuestro ego domina en muchos de nosotros y preferimos sufrir, estar angustiados, hacernos la vida infeliz al dejar que el egoísmo se adueñe de nuestra persona.

EL EGOÍSMO

En el libro de los Espíritus con respecto a los vicios en la pregunta 913 Kardec plantea:

913. ¿Cuál de los vicios puede ser considerado la raíz de todos los otros?

Y los espíritus responden: “Lo hemos dicho muchas veces: el egoísmo. De él deriva todo el mal. Estudiad los vicios y veréis que en el fondo de cada uno de ellos se halla el egoísmo…”

Como podemos ver, es primordial eliminar el egoísmo. Para muchas personas es su forma natural de comportamiento, de donde arrancan la mayoría de las desavenencias, rencores, odio y otros sentimientos de carácter ruin que quiebran las relaciones entre las personas. Y es ahí donde yace la base de nuestros mayores conflictos de vida a lo largo de nuestras reencarnaciones, porque vamos construyendo un ego que en ocasiones nos distancia de nuestro verdadero yo (self), de nuestra alma, de lo más profundo del ser; y esa parte espiritual la vamos oscureciendo porque nos estamos llenando de vicios y defectos.

Estamos en conflicto entre lo que debemos ser y lo que estamos construyendo, siempre en función de lo que nos dejamos afectar por lo que nos rodea y por el futuro material que deseamos tener. Y una de las cosas que más deseamos es que los demás nos quieran, que nos hagan felices, sin entender que lo bueno que debamos vivir o sentir, no viene de fuera hacia dentro, sino al contrario, surge de dentro hacia fuera.

LA MISERICORDIA

En el Evangelio según el Espiritismo cap.10 ítem 4, nos encontramos con lo siguiente:

La misericordia es el complemento de la mansedumbre, porque el que no es misericordioso no puede ser manso ni pacífico. La misericordia consiste en el olvido y el perdón de las ofensas. El odio y el rencor denotan un alma sin elevación ni grandeza. El olvido de las ofensas es propio del alma elevada, que está más allá del alcance de los golpes que se pretenda lanzar sobre ella.   

Aquí nos están definiendo lo que es la misericordia bajo el punto de vista espiritual; siendo el complemento de la mansedumbre; porque el que no es misericordioso no puede ser ni manso, ni pacífico. Porque el orgulloso, el egoísta, el que tiene mucha vanidad, no puede perdonar, ni olvidar.

Entendamos que el olvido del que hablamos debemos interpretarlo bien, pues no consiste necesariamente en olvidar por completo la vivencia sufrida, porque en muchas ocasiones eso es imposible puesto que, hay personas que viven situaciones de mucho dolor, mucho sufrimiento que jamás podrán olvidar; como puede ser la pérdida de un ser querido, la ruina económica por causa de terceros, o un accidente de graves consecuencias…

El olvido al que se refiere la Misericordia es el olvido emocional, es esa serenidad por la cual, cuando pensamos en lo que pasó ya no duela de la misma manera, no encoja el corazón. Es la Misericordia que sana la herida emocional de los sentimientos, y cuando recordamos este tipo de situaciones volvemos indemnes al presente, y podamos mirar o pensar en las causas de ese sufrimiento sin ningún tipo de emoción negativa, pudiendo, al mismo tiempo, transmutar dichas emociones y pensamientos negativos en lecciones valiosas que nos van a servir para crecer y ser mejores, sobre todo cuando tenemos esa certeza de que la vida prosigue. Si por el contrario esta situación no se trabaja, la herida no cura y se queda clavada en el alma, en forma de amargura, de odio, de rencor…

EL RENCOR

Pero ¿qué es el Rencor? El rencor es una emoción ligada a la familia del odio, el resentimiento, el espíritu de venganza y todo sentimiento destinado a infligir sufrimiento a quien lo padece. Este, cuando se instala en el corazón, nos come por dentro. Es la animadversión que nos queda después de una acción que alguien nos hace, o es el sentirse mal por alguna situación del pasado que no hemos sabido gestionar bien y lo percibimos de tal manera que lo memorizamos, y nos esclavizamos a ello. Es una carga que nos hiere, una úlcera en el alma que nos corroe poco a poco, y va destrozándonos; ocupando todos los pensamientos, perjudicando la mente y agregando amargura y ansiedad.

Además, es capaz de esperar pacientemente hasta el momento adecuado para atacar a la persona a quien se le guarda rencor. Dicho de otro modo, el rencor es esconder la enemistad en el corazón y esperar la oportunidad de vengarse de la persona hacia la cual siente aversión.

LA VENGANZA

Hemos analizado el rencor, pero, ¿en qué consiste la venganza? La venganza es un impulso, es dar salida a la rabia y el odio. Es la necesidad de generarle a otra persona un dolor proporcional al mal que causó, con la ilusión de que su sufrimiento produzca algo de alivio. Es un indicio claro del estado atrasado de los hombres que se entregan a ella, y de los espíritus que la inspiran. La venganza, con sus asiduas compañeras la falsedad y la bajeza, es como una termita que, sin darte cuenta, te carcome por dentro, muy profundamente sin que podamos advertirlo.

Por todo lo que hemos hablado anteriormente entendemos que una persona vengativa pierde el sentido de su vida y se aparta de la senda de la esperanza, tomando un sendero de amarguras y sinsabores que le hipotecarán su futuro.

Gloria Quel durante su exposición.

Pero volvamos al principio, a la cuestión que nos ocupa. Podemos decir que, la falta de perdón nos imanta, a través del resentimiento, a las personas que consideramos que nos han perjudicado. “La ley del amor une, el odio imanta”. Nos mantiene encadenados a ellas, hasta tal punto que si no trabajamos por resolver el problema y dejamos que se enquiste, las leyes soberanas actuarán para corregirnos, y muchas veces nos obligan a reencarnar con el adversario, bajo un mismo techo en la siguiente existencia. 

Además, la doctrina espírita nos enseña que la muerte del cuerpo no libera al espíritu de las pasiones inferiores que formaban parte de su conducta natural. Más bien le amplía el campo de vivencia porque rompe los límites impuestos por el cuerpo material, y le concede más espacio para las acciones que son compatibles con su nivel evolutivo inferior.

COBRADORES ESPIRITUALES

Esa amplitud con la que se encuentran, da lugar a tener la visita de sus cobradores espirituales, que se mantienen en lamentable situación de venganza, en terrible trastorno mental. Con enfrentamientos perjudiciales y se arrastran por decenas de años, sin que se les ocurra pensar que cuanto más dañan, más infelices se vuelven, de esta forma prolongan sus situaciones dolorosas sin ningún tipo de beneficio personal.

Como expone el libro Jesús y el Evangelio a la luz de la psicología profunda en el capítulo 11:

Dios, lo permite como enseñanza para verdugos y víctimas que deben amarse antes que agredirse, disculpar y conceder la oportunidad a la reparación sin permitir el dominio de la sombra que aturde y trae la infelicidad.

Como estamos comentando, los espíritus que no se desprenden del pensamiento de venganza más allá de la tumba, y les domina el sentimiento del rencor; además de mantener los lazos de destrucción, con el que quiere vengarse, espera pacientemente a que es su víctima vuelva a encarnar para poder torturarlo, sin que pueda defenderse, pues al estar en distintos planos; uno espiritual y el otro el material, el primero tiene más libertad para atacar sin que el segundo pueda defenderse (a priori).

Si por el contrario los ofendidos no nos guardan resentimiento, nos dejaran en paz, pero nosotros seguiremos teniendo la deuda con la ley divina, porque a veces pensamos que nos comprometemos con la persona, pero no es así, es la ley la que invita al equilibrio a través del amor o a través del dolor, es por eso que hay que solucionar los sucesos con el adversario antes de dejar el cuerpo físico y solucionar los problemas. Porque optando por el perdón, se escapa del compromiso perverso, rompiendo el círculo vicioso que mantiene atado a su verdugo, alimentando odios, dando alas a las pasiones en dirección de las sombras y el dolor.

LA LEY DE CAUSA Y EFECTO

Esta situación en la que se pueden encontrar, es debido a la ley de Causa y Efecto o de Acción y Reacción… No deberíamos alimentar jamás la idea de que un castigo pueda venir del Cielo. Existen leyes eternas e inmutables que gobiernan los destinos de todas las criaturas. Esas leyes divinas se encargan de corregir las transgresiones practicadas por los hombres, usando como instrumento las pruebas y expiaciones terrenas. Esas correcciones se hacen necesarias para que los hombres aprendan a amar a su prójimo como a sí mismos.

Como Él es Misericordioso y nos ama, siempre da oportunidades a todos sus hijos que viven en el error. Él, no necesita para corregir a estos hermanos equivocados en su conducta, de estos otros espíritus de escaso nivel evolutivo, porque tiene engranajes sabios y justos para poder corregirlos, pero en la ignorancia espiritual de muchos espíritus, que por propia voluntad no quieren avanzar, la Justicia Divina se aprovecha de sus tendencias perniciosas, con la finalidad de sacar un bien de un mal.

En el capítulo XII; ítem 6 del Evangelio según el Espiritismo nos encontramos con lo siguiente: El espiritismo viene a probar que esos demonios no son sino las almas de los hombres perversos, que todavía no se han despojado de los instintos materiales; que nadie consigue apaciguarlos a no ser con el sacrificio de su odio, es decir, mediante la caridad; que la caridad no tiene sólo por efecto impedir que hagan el mal, sino conducirlos nuevamente al camino del bien, con lo cual contribuye a su salvación”

Por lo tanto, el espírita, también tiene motivos para ser indulgente con sus enemigos, y es porque sabe que la malevolencia no es una condición irreparable, sino que se debe a una imperfección que han desarrollado y que con el tiempo eliminarán al reconocer algún día los errores cometidos y, cansados de sufrir, querrán cambiar.

EL EJEMPLO DE JESÚS

En El Evangelio según el Espiritismo, también en el capítulo XII ítem 6 es muy claro al respecto: La máxima “Amad a vuestros enemigos” no se halla circunscrita al círculo estrecho de la Tierra y de la vida presente, sino que forma parte de la magna ley de la solidaridad y la fraternidad universal.

El ejemplo más claro de perdón nos lo da Jesús de Nazaret, que a lo largo de su vida enseñó con su ejemplo la constante necesidad del perdón, perdonando incluso a los más implacables adversarios que lo perseguían, dejando en sus conciencias el resultado de la insidia, que los condenaban a la prisión terrestre hasta la consiguiente depuración de las actitudes malvadas.

Y si seguimos estudiando el evangelio podemos leer la cantidad de situaciones que hay invitándonos a perdonar, sea cual sea la ofensa.

“Pero yo les digo a los que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odien.” (Lc. 6, 27) y también había prometido a los que supieran perdonar: “su recompensa será grande, y serán hijos del Altísimo” (Lc. 6, 35).

“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; porque con la medida con que midáis se os medirá”. (Lucas 6, 36-38)

 “En esta sazón, arrimándosele Pedro, le dijo: Señor, ¿cuántas veces deberé perdonar a mi hermano cuando pecare contra mí?, ¿hasta siete veces? Le respondió Jesús: No te digo yo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete, o cuantas te ofendiere”. (Mateo 18:21-22). Entre otras…

Con estas enseñanzas, Jesús nos ayuda a entender claramente la necesidad del perdón, y de perdonar cuantas veces haga falta, sin condiciones y con una actitud de tolerancia y comprensión hacia los demás. No debemos olvidar que vivimos en un mundo imperfecto, y que estamos expuestos a sufrir variadas situaciones desagradables, por ello debemos cuidar nuestro corazón para que no se contamine con resentimientos y odio, y se nos olvide perdonar.

También nos lo mostró a través de parábolas, como son: las del evangelista Lucas que tienen una estrecha relación entre sí: la oveja perdida, la moneda extraviada, el hijo pródigo (Lc 15) y también la de Mateo en la parábola de los dos deudores.

Esta enseñanza queda culminada en el pasaje de Lucas 23; 33-34, donde nos narra: “Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron ahí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.».”

Jesús, que murió amando a sus enemigos, nos muestra con estas palabras indicaciones exigentes sobre nuestros sentimientos y comportamientos; poner calma, donde la ira pide paso. Nos enseñó hasta donde debe llegar el perdón. El amor gana así la batalla al odio. En la Cruz volvió a dar una gran lección, pues la verdadera prueba del cristianismo no es amar a los amigos, sino a los enemigos, a aquellos que no nos quieren, nos desean el mal y lo promueven.

Sin duda, como vamos viendo con el desarrollo de esta exposición; el perdón es una de las pruebas más difíciles para el individuo, una prueba que muchas personas no consiguen superar en un primer momento, porque aún estamos en la infancia espiritual y por vernos todavía incapaces de poner en práctica las enseñanzas del Rabí de Galilea:

“Perdona a tus enemigos”. Mateo 5:44

«Haz a los demás lo que quisieras que hicieren contigo». Lc. 6:31

Son mensajes que nos demandan desarrollar la compasión, para envolver en vibraciones de misericordia a los que nos causan algún perjuicio; justo lo mismo que nos gustaría que hiciesen con nosotros, en caso de que estuviésemos en la situación por la que ellos pasan.

Además, nadie escapa a los procesos de sufrimiento infringidos en la Tierra unos hacia otros, debido al grado de evolución espiritual que se vive en este planeta, ya que la población que la habita está constituida mayoritariamente por espíritus de bajo crecimiento espiritual.

EL PERDÓN INCONDICIONAL

Por tanto, se tiene que perdonar siempre, sin reservas, sin limitaciones, ni imposiciones o condiciones. Tiene que ser un perdón puro, sencillo, sincero y completo. Es un deber personal y social, porque perdonar despoja el alma de todo resquicio de rencor y odio. En síntesis: El perdón es la forma definitiva del amor.

¡Qué lamentable ejemplo el del “perdón” a medias, el “perdón” con reservas, sin deseos de reconciliación y despreciando al contrario! Perdonar implica ayudar al antagonista a salir de su propia condición.

Siendo así, y que Jesús de Nazaret conoce nuestra pequeñez espiritual, sintetizó dos directrices muy claras convertidas en sendos mandamientos, los más importantes que nos dejó. Que son, en primer lugar “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente”, el gran mandamiento. Y el segundo, igual de importante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37–39).

Estos mandamientos nos exhortan a tratar a los demás como quisiéramos ser tratados, pero para eso, tenemos que estar bien con nosotros mismos, pues de otra manera nunca podríamos relacionarnos con el prójimo con la consideración debida. Y tener una fructífera conexión con los demás pasa por saber amarnos a nosotros mismos. Para ese objetivo será necesario el auto perdón, porque nos ayuda en todas las vertientes de la vida.

Es más, es uno de los mejores regalos que podemos hacernos a lo largo de la vida, porque tendremos paz y contribuirá en gran medida a nuestro equilibrio emocional.

Y ese equilibrio emocional pasa por los pensamientos, que son la antesala de los actos y de lo que se proyecta en la vida cotidiana. Si se genera un discurso mental en el que la persona se acusa y se castiga cuando algo no sale como esperaba solo alimenta el remordimiento y la culpabilidad, creando un bucle del que resulta difícil salir. Los juicios acaban creando una fantasía en la mente que no se corresponde con la realidad.

LA CULPA

La culpa puede sobrevenir en cualquier momento. Este sentimiento nos señala con el dedo índice dejándonos al descubierto, recriminándonos una acción que quizá tuvo consecuencias lamentables para otras personas, como un accidente, o situaciones que hirieron emocionalmente a algún amigo o a la pareja. Otras veces la culpa se siente por no haber podido evitar la muerte de un ser querido. En las más de las ocasiones son acciones menores que se quedan clavadas en nosotros, por no haber conseguido los objetivos que se deseaban, o por haber traicionado nuestros principios o creencias.

Muchas personas se atormentan tras haber cometido un error, que ha supuesto un antes y un después en la vida de la persona y sobrellevan mal la responsabilidad del riesgo que asumieron. En estos casos es común lamentarse y castigarse. Y uno se convierte en su juez más implacable. Entrando en un estado  de amargura, incluso al auto castigo, limitándonos en la vida, incluso llegando a la auto destrucción.

Cuando reencarnamos, esa culpa la podemos traer del pasado sin saber de dónde viene, y sin embargo nos sentimos culpables por algo que ignoramos. Fue en el pasado, sí, pero lo traemos grabado en esta existencia. Perjudicándonos a lo largo de toda la existencia

No es difícil que, si no asumimos los errores como parte necesaria de nuestro progreso, ello nos llene de conflictos emocionales que limiten nuestra felicidad e incluso afecte en nuestra relación con los otros, cuando somos incapaces de vivir con nosotros mismos.

EL AUTOAMOR

Por lo tanto, si queremos tener una vida en paz, la culpa no puede persistir en el tiempo, pues es excluyente. Por eso mismo tenemos que ser comprensivos con nuestras debilidades, pero sabiendo que podemos minimizarlas.

De tal modo, si sentimos malestar cuando hemos actuado de forma errónea, este se convierte en una buena señal. Significa que somos conscientes de que hemos hecho algo mal. Y esa emoción es la que nos puede impulsar a enmendar la situación, sea disculpándonos o realizando otra acción que resuelva el malestar.

Para poder gestionar el sentimiento de culpa es necesario poner en perspectiva aquello que consideramos tan grave. Darles la justa medida a nuestros errores y considerarlos sólo como eso: “errores”. Es así como podemos comenzar a perdonarnos.

El psicólogo y profesor de terapia cognitiva Walter Riso en su libro Cuestión de dignidad, editado por Granica, afirma: «Una cosa es aceptar que debo cambiar porque me he equivocado y otra condenarme a mí mismo como ser humano. La autocrítica sana es la que llega del amor propio: me critico porque me quiero y deseo mejorar y no desde el autodesprecio, ya que soy mucho más que mis errores».

En consecuencia, querernos a nosotros mismos es darnos el respeto y el amor que merecemos. Significa tener en cuenta nuestras necesidades y aceptarnos en todas nuestras vertientes, atreviéndonos a ser quienes somos. Implica también no juzgarnos y criticarnos por cada error que cometemos.

EL PERDÓN A LA LUZ DE LA PSICOLOGÍA Y LA FISIOLOGÍA

Todo lo que he hablado hasta ahora, lo he hecho desde un punto de vista espiritual, a partir de aquí lo voy a hablar desde un punto de vista psíquico y fisiológico, pues la ciencia, más concretamente la psicología, se ha interesado por el perdón como herramienta de terapia.

Es a partir de mediados del siglo XX, allá por los años setenta, cuando empezaron a comprender que muchos de los disturbios psicosomáticos de los pacientes se debían a sentimientos de odio, rencor y resentimiento que no sabían gestionar. Fue a partir de los noventa cuando aparecieron las terapias del perdón. Los psicólogos se centraron en este tema con atención crítica, desde un punto de vista científico, desde la reflexión y el análisis práctico; y comenzaron a considerar esta terapia como una herramienta muy valiosa, avalado por unos resultados indiscutibles.

Desde el punto de vista de la psicología, se entiende que el perdón no es para la otra persona sino para uno mismo.

De acuerdo con una revisión documental sobre el perdón y el no perdonar, descubrimos que no perdonar puede comprometer el sistema inmune. A su vez, la hostilidad es una parte central de la falta de perdón, y que está directamente relacionada con numerosos problemas de salud, teniendo efectos muy perjudiciales sobre el sistema cardiovascular Existen múltiples estudios que lo constatan.

A saber: Cansancio, estrés, ansiedad, depresión, trastornos del sueño, abusos de sustancias, migrañas, cáncer, problemas cardiovasculares, aislamiento social, incapacidad para adaptarse, Baja autoestima, reacciones agresivas, mal desempeño laboral.

Las personas pagan un costo enorme por la tensión emocional, mental, física y social que producen sentimientos como el odio y el rencor. Si no se hace algo con esas lacras, y uno se limita a ocultarlos, negarlos o dejarlos que se desarrollen sin control, no es de extrañar que un día la enfermedad llame a la puerta con un aviso, lo que en Psicología llaman: somatización (alteraciones físicas que tienen su origen en problemas emocionales no resueltos).

Entonces, ¿Qué beneficios tiene perdonar a alguien? Dejar atrás los rencores y amarguras puede dar lugar a mejor salud y más tranquilidad. El perdón puede llevar a lo siguiente:

Relaciones más sanas, mejor salud mental y física, menor grado de ansiedad, estrés y hostilidad, se reduce la depresión, la presión arterial disminuye, se genera un sistema inmunitario más fuerte, mejora la salud del corazón y aumenta la autoestima.

De manera que la ciencia también confirma la dimensión positiva del perdón, dado que activa una transformación personal de autocuración, de la creación de un nuevo sentido que genera bienestar, una nueva manera de percibirse a uno mismo, a los demás y al mundo.

Gloria Quel Benedicto

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