Renovación

Necesidad de renovación.

Con el materialismo, la fraternidad no era más que una palabra, el altruismo una teoría sin fundamento ni alcance. Sin fe en el futuro, el hombre concentraría forzosamente toda la atención en el presente y en los gozos que él pudiese permitirse. A despecho de todas las súplicas de teóricos y sofistas, él se sentía poco dispuesto a sacrificar su personalidad, sus gustos o intereses, en provecho de una efímera colectividad, a la cual lo prendían lazos formados ayer y que mañana se han de desatar.

– Si la muerte es el fin de todo, pensaba él, ¿porqué imponerse privaciones que nada vendrán a compensar? ¿Qué utilidad tiene la virtud y el sacrificio, si todo debe acabar en la nada?

«La creencia en la inmortalidad, dice Platón, es el lazo de toda la sociedad; despedazad ese lazo y la sociedad se disolverá

… No hay más proscripción ni caída colectiva; las responsabilidades son personales. Cualquiera que sea su condición en este mundo, haya nacido en el sufrimiento y en la miseria, o sea privado de predicados físicos, o de brillantes facultades, el hombre sabe que no padece un fardo inmerecido, más simplemente las consecuencias de su procedimiento anterior. À veces, también, los sufrimientos que lo torturan son el resultado de su libre elección, siempre que los acepte como factor más rápido de adelantamiento.

En tal caso, la sabiduría consiste en aceptarlas, sin murmurar, la propia suerte; en desempeñar fielmente la tarea, en prepararnos, así, para situaciones que se irán mejorando a medida que, por nuestros progresos, obtengamos acceso a mejores sociedades, libres de los yugos que pesan sobre los mundos inferiores.

Gracias a la doctrina de los Espíritus, el hombre comprende, finalmente, el objetivo de la existencia; en ella ve un medio de educación y reparación; cesa de maldecir al destino y de acusar a Dios.

Se siente libre, al mismo tiempo, de las pesadillas de la nada y del infierno, y de las ilusiones de un ocioso paraíso, porque la vida futura no es más una beatifica, inútil contemplación, la eterna inmovilidad de los electos o el suplicio sin fin de los condenados; y la evolución gradual; es, después del círculo de las pruebas y transmigraciones, el circulo de la felicidad es siempre la vida activa y progresiva, la adquisición, por el trabajo, de una suma creciente de ciencia, poder, moralidad; y participación cada vez más extensa en la obra divina, bajo la forma de misiones diversas – misiones de dedicación y de enseñanzas, al servicio de la Humanidad.

Se reconoce hoy por todos, la necesidad de una educación moral capaz de regenerar la sociedad y de arrancar a Francia – podríamos aplicarlo a muchos países hoy día (1) – del estado de decadencia que, cada día más acentuado, amenaza terminar en la caída y en la ruina.

Se creyó por mucho tiempo haber hecho bastante, difundiendo la instrucción; más la instrucción sin la enseñanza de la moral es impotente y estéril. Es preciso, antes de todo, hacer de la criatura un hombre, un hombre que comprenda sus deberes y conozca sus derechos.

León Denís

No basta desarrollar las inteligencias, es necesario formar caracteres, fortalecer las almas y las conciencias. Los conocimientos deben ser completados por nociones que aclaren el futuro e indiquen el destino del ser. Para renovar una sociedad, son necesarios hombres nuevos y mejores. Sin eso, todas las reformas económicas, todas las combinaciones políticas, todos los progresos intelectuales serán insuficientes. El orden social nunca valdrá más que lo que nosotros mismos valemos.

Esa educación necesaria, sin embargo, ¿en qué se afirmará? No será, por cierto, en teorías negativas, pues fueran ellas las que, en parte, originaran los males del presente. Menos todavía lo será en dogmas caducos, doctrinas muertas, creencias todas superficiales y aparentes, que ya no tienen raíz en las almas.

¡No! La Humanidad no quiere más símbolos, ni leyendas, ni misterios, ni verdades veladas. Se le hace necesaria la gran luz, la espléndida irrupción de lo verdadero, que solo el nuevo espiritualismo le puede proporcionar.

Solo él puede ofrecer a la moral una base definitiva y dar al hombre moderno las necesarias fuerzas para soportar dignamente sus pruebas, discernirles las causas, reaccionar contra ellas, cumplir en todo su deber.

Con esa doctrina el hombre sabe a qué destino va; su caminar se torna más firme y más seguro. Él sabe que la justicia gobierna el mundo, que todo se encadena, que cada uno de sus actos, mal o bien, recaerá sobre él, a través de los tiempos. En ese pensamiento encuentra un freno para el mal y un poderoso estímulo para el bien.

Las comunicaciones de los Espíritus, la comunión de los vivos y de los muertos le evidencian, en su realidad palpitante, el futuro de más allá de la tumba; él sabe cuál es la suerte que le está reservada, cuales las responsabilidades en que incurre, que predicados debe adquirir para ser feliz.

Efectivamente, cuando son conocidas las condiciones de la vida futura, el objetivo de la existencia se define, las normas de la vida presente se establecen, de modo imperioso, para todo espíritu celoso de su propio futuro. El comprende que no vino a este mundo para disfrutar placeres frívolos, para satisfacer pueriles y fútiles ambiciones, y sí para desarrollar sus facultades superiores, corregir defectos, poner en práctica todo lo que puede contribuir para su elevación.

El estudio del Espiritismo enseña que la vida es combate por la luz; la lucha y las pruebas solo han de cesar con la conquista del bien moral. Ese pensamiento retempla las almas; las prepara para las acciones nobles y para los grandes emprendimientos. Con el sentido de lo verdadero, despierta en nosotros la confianza.

Identificados con tales preceptos, no temeremos más la adversidad ni la muerte. Con ánimo intrépido, a través de los golpes pulsados por la suerte; avanzaremos en la senda que nos es trazada, sin debilidades ni pesar abordaremos la otra margen, cuando haya sonado nuestra hora…

LEÓN DENÍS

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(Extraído de la obra: “Cristianismo y Espiritismo” León Denís. Capítulo IX-Renovación.)

(1) Nota de redacción.

Imagen de portada: aaron00023.

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