La Moral Y El Arte

Manuel Sanz Benito

Extracto del discurso pronunciado por Manuel Sanz Benito en el Congreso Internacional Espiritista de Barcelona; sesión del 10 de septiembre de 1888.

LA MORAL

Respecto de la moral, la doctrina espiritista, que quiere ser científica, no puede admitir el criterio de las religiones positivas que la hacen derivar del principio de autoridad, debiéndose cumplir sus preceptos, no porque se ajusten a los principios de bondad y de justicia, sino porque Dios, Cristo o Mahoma así lo ordenan.

El Espiritismo fundamenta la moral en el bien; y así como no creemos que tenga valor el principio de atracción universal descubierto por Newton porque este hombre eminente lo haya descubierto, sino porque es verdad, tampoco creemos que los principios morales obliguen a su cumplimiento porque Jesús o Moisés, Buda o Confucio los hayan formulado, sino porque son leyes de nuestra vida racional, que el bien, como la verdad y la belleza, tienen su valor en sí mismos, no por el mérito de los que van revelando a la humanidad estos principios.

Si los fieles, pues, de las religiones positivas deben obedecer los mandatos de éstas, los espiritistas no obedecen, cumplen los preceptos de eterna moral y justicia.

Por último, señores, no es tan sólo en el campo de la filosofía, de la ciencia y de la moral donde el Espiritismo pretende aclarar dudas y enmendar errores, sino que ha de llevar su influencia grandiosa a la esfera del Arte para que a su vez influya también de un modo más eficaz en la cultura de los pueblos.

EN EL CAMPO DEL ARTE

Con distinto criterio y opuesto sentido dos escuelas principales luchan en el campo del Arte; el idealismo por un lado y el realismo por otro. Para la primera, el Arte debe expresar lo que la vida debe ser, no lo que es; para la segunda, lo esencial es mostrar los dolores y miserias de la humanidad, para que, ante el cuadro sombrío que nos ofrece, procure el remedio.

El Espiritismo, trayendo a su esfera la pluralidad de vidas del alma, hará que no se violente la naturaleza como el idealismo hace, presentando en esta existencia el malvado arrepentido o castigado y la virtud siempre triunfante; ni tampoco, como hace el arte realista, que sea el vicio y la corrupción la que prepondere, sino que el artista, de acuerdo con la realidad, tendrá a su disposición cuantas vidas quiera y necesite para hacernos ver, sin transiciones bruscas ni milagros inverosímiles, cómo aquel ser que antes aparecía réprobo y malvado, es después el héroe o el mártir que da su vida en bien de la humanidad.

Y si con la pluralidad de existencias la estera del Arte se engrandece, se agrandará también, y mucho, mediante la comunicación entre los seres encarnados y desencarnados, que nos dará a conocer nuevos héroes, cuyas hazañas serán cantadas por el poeta y reproducidas por el pintor; héroes hasta hoy desconocidos, cuyas obras ya empezamos a conocer, y que al mostrarnos sus dolores y torturas, sus trabajos y vicisitudes, al par que nos sirven de consuelo en esta lucha la vida, nos servirán de estímulo para perseverar en la obra de redención de nuestra propia conciencia y en la redención de nuestros hermanos que sufren.(1)

LA DOCTRINA ESPIRITISTA

Por todo esto, señores, y más que pudiera añadirse, podéis comprender que la doctrina espiritista, lejos de ser despreciada, merece que nos ocupemos seriamente de ella, y que, si al principio pareció de poca importancia, hoy la vemos de grandiosa influencia, bien así como esas chispas que centellean en el firmamento y que el sentido nos muestra pequeñísimas, un examen mejor nos hace ver que son soles gigantescos, ante los cuales nuestro mismo sol es insignificante.

Pero por grandes que sean esas maravillas estelares, aún debemos nosotros considerarnos más grandes todavía.

Ya dijo el gran Víctor Hugo: «Hay una cosa más grande que el mar y es el cielo, y hay una cosa más grande que el cielo: el interior del alma humana».

Efectivamente, todos esos soles que hoy resplandecen con fulgor, han de irse apagando con el tiempo para prestar sus elementos a otros que nuevamente se formen; pero nuestra alma, nuestro ser eterno e inmutable, permanecerá siempre a través de los espacios y los tiempos, continuando su marcha progresiva sin apagarse jamás su ardiente sed de conocer y de amar en la inagotable fuente de verdad y de belleza del Universo.

Manuel Sanz Benito

***

(1) Manuel Sanz fue un visionario en este punto, pues se trata de algo que ya podemos apreciar en la actualidad con la industria cinematográfica  -considerado el séptimo arte-, con la adaptación para el cine de los contenidos de algunas obras espíritas psicografiadas. También lo observamos con los médiums de inspiración pictórica y musical. (Redacción).

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