LA FAMILIA UNIVERSAL [1]
En la familia universal que se encuentra en el espacio no hay confusión alguna; hagamos una comparación: En la Tierra hay familias que se componen de cuatro o cinco personas, y otras, que entre padres, hijos nietos, bisnietos, hermanos, sobrinos y demás parientes, forman un centenar de individuos enlazados por íntimo parentesco, y todos se quieren, y se relacionan unos con otros, y el padre que tiene amor a un hijo lo tiene igual para veinte, y se aumenta y se multiplica para los hijos de sus hijos. Y si la familia de la Tierra está tan bien organizada, ¿Hemos de creer que la familia del espacio no tendrá iguales condiciones?
El Dios que hace trabajar a las hormigas, a las arañas y a los castores; el que perfuma con su aliento las violetas y las azucenas, que sostiene el perfecto equilibrio de los mundos; el que nos envía en los rayos del Sol el raudal de la vida infinita; el que aprisiona los mares entre muros de arena; el que deja en la mente del hombre el germen fecundo de la inteligencia; el que es grande en sus obras y en su esencia divina, ¿Podrá dejar sumidos en el caos a los espíritus cuando éstos descansen de sus peregrinaciones?
LAS CONDICIONES DE LA VIDA ESPIRITUAL
No, es completamente imposible, como imposible nos es a nosotros ahora el comprender perfectamente las condiciones de la vida espiritual; podremos hacer suposiciones más o menos aproximadas a la realidad y a las explicaciones que nos dan los espíritus; pero dentro de la sana lógica no debemos atormentarnos ni un segundo con el temor infundido de si, al llegar al mundo de los espíritus, no encontraremos a la que nos dio el ser y no sabremos a quien amar.

Convencido como está el espiritista que su Espíritu vive eternamente, porque las comunicaciones de los espíritus no le dejan lugar a la duda, creemos que todo su afán debe consistir en adquirir virtudes, en despojarse de sus imperfecciones, amando a sus semejantes, perdonando las ofensas de sus enemigos, amparando a los débiles y consolando a los afligidos: hay tanto que hacer si se quiere trabajar, que el hombre puede llegar al borde de la tumba sin darse cuenta del tiempo que ha vivido; y haciéndolo así, practicándolo así, practicando el bien en todos los sentidos, encontrará una familia numerosa y agradecida, que le dirá al entrar en el espacio:
“¡Bien venido seas! ¡Reposa de tus fatigas! ¡Míranos! ¡Somos los huérfanos que amparaste en la Tierra! ¡Los mendigos con quien partiste el pan! ¡Los atribulados a quien aconsejaste! No llora por su familia el hombre honrado y caritativo, que la tiene numerosa a donde quiera que va.
NUESTRA OBLIGACIÓN AQUÍ Y AHORA
Nuestra obligación es engrandecernos, regenerarnos, ser hoy mejores que ayer, y mañana más buenos que hoy, sin inquietarnos por las condiciones de nuestra vida futura, sin pensar si estaremos solos o acompañados: la única certidumbre que nos puede dar la vida es que nuestro progreso será indefinido.
El Espíritu racionalista no debe pensar nunca que llegará un momento de contemplación en el cual termine todo su trabajo, no; esa paralización no llegará jamás; el Espíritu trabajará eternamente, y eternamente se irá creando afecciones, engrandeciendo de continuo su familia universal.
¿No lo vemos en la Tierra? ¿Vivimos hoy como vivimos ayer? No; ayer en el más pequeño viaje se empleaban días y días, y hoy, con las nuevas vías de comunicación se emplean horas nada más. Ayer se ignoraba que los muertos viven, y hoy hemos aumentado nuestras relaciones, teniendo amigos y protectores en el espacio, que nos guían en nuestros trabajos, que nos aconsejan en las tribulaciones, que toman parte en nuestras alegrías; y este aumento de familia, ¿No nos hace presentir la familia universal?
¿Quién lo duda? ¿Quién puede atormentarse ni preocuparse con lo que podrá sucedernos mañana, cuando vemos que cada día se aumenta el número de los seres amigos, que nos dan pruebas inequívocas de su cariño y de su protección?
La escuela espiritista racionalista ha dado nueva vida a las humanidades, porque ha hecho comprender a los hombres el progreso indefinido del Espíritu que, impulsado por el amor, deja de ser el anacoreta de los siglos, para sonreír gozoso en los brazos de su familia universal.
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[1] Extraído del capítulo XXIII, titulado: LA FAMILIA UNIVERSAL, de la obra: La Luz que nos Guía, de Amalia Domingo Soler.
Imagen Portada: AlisaDyson.
Claridad y certeza contundente en esta reflexión de nuestra amiga espiritual, AMALIA DOMINGO SOLER.
Un placer y riqueza aprender de sus escritos.
Muchas gracias.
Buenos días, gracias por toda la información, que nos dais, saludos cordiales 😉 😘
Grande Amalia! Allá donde estés, hermana Amalia, gracias por abrir tu corazón y tu mente. Gracias por esa valentía de la que todos hemos aprendido un poco. Gracias por tu legado y sacrificio. Allá donde estés, hermana Amalia, recibe un abrazo fraternal de este humilde admirador.